A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Cambio de retórica, no de régimen

No entiendo porque los seguidores de la 4t se tragan ese cuento de un cambio de régimen. No es más que retórica. En teoría cuando nos referimos a un régimen hablamos de la forma de gobierno. Eso está establecido en la Constitución bajo la forma de gobierno democrática, representativa y federal. El pueblo deposita su soberanía en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Esa es la ley vigente que sostiene el pacto social y ese nuestro régimen de gobierno.

Cierto es que hay otros regímenes con sus variantes como sucede en Europa con las monarquías donde el monarca es el jefe de estado o los modelos parlamentarios que nombran bajo el principio de mayoría al jefe de gobierno. Es la división de poderes el modelo generalmente aceptado y que nuestro país ha adoptado desde su origen ante el intento fallido y fugaz de Agustín de Iturbide que se autoproclamó emperador al surgimiento de nuestra nación como un país independiente del dominio español. Las logias masónicas antes de que existieran los partidos políticos impulsaron la adopción a copia fiel del norteamericano quien a su vez lo instauró del modelo británico solo que sin el reconocimiento de la monarquía. Países independientes como Australia y Canadá, 53 en total, siguen singularmente afines a la Corona en la mancomunidad de naciones pertenecientes a la Commonwealth.

En contraparte subsisten modelos autoritarios, regímenes abiertamente autocráticos, teocráticos. En una palabra, dictatoriales. Es decir que todo el poder se ejerce y emana en una sola persona. Los jueces son figuras administrativas y el poder legislativo regido por partidos de estado sumisos, obedientes, figuras decorativas para simular y ejercer la representación del pueblo.

En México padecimos con posterioridad a la revolución un régimen, si de división de poderes, pero presidencialista. El PNR, PRM y luego PRI se conformó como un partido de estado sin contrapesos que aglutinó a todas las fuerzas y corrientes políticas. Bajo el principio de no reelección garantizó la sucesión más o menos pacifica del poder y evitó la concentración del poder en un solo hombre. Dio pie al reacomodo sucesivo y generacional. Fue hasta la reforma política de 1977 que se modificó la composición de la cámara de diputados a través del principio de representación proporcional y se dio voz a las fuerzas políticas de oposición. Con posterioridad se transitó hacía un órgano electoral autónomo e independiente que garantizara el sufragio efectivo y la transición política.

¿De que hablan entonces cuando se refieren a un cambio de régimen? A decir por los hechos, a una involución. Hoy se ataca a los organismos autónomos. Se coopta a la Suprema Corte. Se desvirtúa a la CNDH. Reina la opacidad en la rendición de cuentas. Se dispone del patrimonio público como propio. Se crean leyes draconianas. Se acosa fiscalmente. Se impone el mayoriteo en el Congreso. Se legisla al vapor producto de las ocurrencias de la clase política gobernante. Se ataca y defenestra la libertad de expresión. Se azuza a la intolerancia contra el disentimiento. Se promueve el linchamiento y se desmantela a organismos rectores y especializados. La política exterior es un desastre. La doctrina Estrada un libelo. Se obedece a los dictados del populista que gobierna a nuestro vecino del norte.

Lo que estamos viviendo no es un cambio de régimen. Solo sufrimos los estertores de un peculiar y muy personal estilo de gobernar que pretende dictar la moral pública, pero que en los hechos se torna indescifrable, contradictorio, indolente y alegal. Benito Juárez decía: «No se puede gobernar a base de impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes». Hoy sucede exactamente lo contrario…

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