A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

Traidores protegidos

Hasta antes de este sexenio se conocía poco la figura de Testigo Colaborador y Testigo protegido, ambas distintas. Se crearon hace unos años para combatir al crimen organizado y proteger la vida y la integridad de las personas que colaboraran en una investigación dado que no obtenían ningún provecho con delatar hechos delictivos y por el contrario podían pasar a ser víctimas para ejemplificar lo que les sucede a los «chivatos» o «soplones» como se les conoce vulgarmente.

A falta de verdaderas capacidades para integrar carpetas de investigación, los testigos oculares o de oídas se convierten en el camino más corto para los investigadores que en ocasiones extraen confesiones a base de torturas y donde al final termina siendo la palabra de uno contra otro la base de una acusación lo cual hace muy dudoso el objetivo final que es la procuración de justicia.

Hay que diferenciar las figuras de testigo colaborador y testigo protegido. En el primero de los casos, la persona no tiene que ser necesariamente imputada o vinculada a un proceso, sino que al tener conocimiento de un hecho ilícito y poder colaborar en una investigación, pueda poner en riesgo su integridad o la de sus familiares. El estado protege su identidad y no tiene, por ejemplo, que carearse durante el proceso. Dependiendo de los alcances del caso en cuanto a delincuencia organizada se trata, la persona puede incluso ser reubicada en otro país con una identidad distinta en colaboración con otras autoridades.

El caso de los testigos colaboradores es otro cantar. Las personas son investigadas, pero se ofrecen a colaborar con el objeto de descifrar toda una trama que lleve a acusaciones mayores. En esa medida el ministerio público puede negociar para reducir las penas y aplicando un criterio llamado de «oportunidad» obtener el beneficio del no ejercicio de la acción penal.

Ahora en nuestro país se está dando un abuso de esa figura con fines de persecución política. Lo vimos en el caso Lozoya que presuntamente aportaría testimonios y videos, uno de ellos filtrado a los medios y no presentado en el proceso puesto que de ello no ha derivado ninguna acusación formal en contra de algún imputado. La narrativa de su presunta denuncia es una historieta sin aportaciones significativas a la investigación y sin embargo se le ha concedido el beneficio del arresto domiciliario. Bastó la filtración de otros videos en que aparece un colaborador y un hermano del presidente para frenar lo que se pronosticaba como el mayor escándalo del sexenio.

Ahora reaparece Emilio Zebadúa en escena quien fuera el oficial mayor de Rosario Robles y acogiéndose a esa figura ofrece también «soltar la sopa» para develar la trama de la llamada Estafa Maestra y de la que más que un simple testigo todo indica que fue el gran operador obteniendo ilícitamente jugosos beneficios para sí.

Todo indica que en la misión redentora de la 4t los falsos conversos pueden gozar del beneficio de la exoneración a cambio de información. Se han convertido en vulgares soplones. El uso político que se está dando a la figura de testigos colaboradores se está volviendo un mecanismo útil para quienes deciden traicionar a sus jefes como es el caso de Zebadúa que fue de todas las confianzas por muchos años de Rosario Robles.

Mientras entre los feligreses del presidente se alimenta la idea de que se hará justicia en contra de Peña Nieto y al que por cierto el presidente ya exoneró al decir que no tenía porque estar enterado de lo que hacían sus colaboradores. Aunque les duela aceptarlo, cada vez es más evidente que existió un pacto y que además no fue solo de palabra. Hay detrás de ello verdades inconfesables que pondrían en jaque a la actual administración. Todo lo demás es pirotecnia. Parte del circo de esta tragicomedia…

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