A Estribor / Juan Carlos Cal y Mayor

No le busquen peras a la alianza

La reacción del presidente y sus corifeos morenistas respecto de la conformación de una alianza opositora entre el PRI-PAN y el PRD reflejan el temor fundado contra su potencial electoral.  Señalan presurosos que esto confirma la tesis del presidente de que todos estos partidos representan esencialmente lo mismo. Fue su idea colocarlos dentro del mismo saco. Todos, según él, integrantes de un cartel político plagado, sin excepciones, de corrupción y turbios acuerdos a base de sobornos y prebendas.

Para eso crearon a Morena, un mazacote, racimo de resentidos, donde todos los conversos tendrían cabida y purificarían su pasado de sombras. Fueron largos años de machacar e inventar fraudes. De construir una retórica hueca para culparlos de la desigualdad social del país. Para desacreditar un modelo económico producto del desmantelamiento del estado como rector de la economía que hoy pretenden reedificar.

La receta para resolver todos esos males ha sido rescatar el pasado presidencialista con un partido de estado sin identidad, ni vida democrática propia, intolerante a la pluralidad ideológica y política. Revivir el caudillismo decimonónico en la figura redentora de un hombre predestinado a reinventar el país desde un régimen autocrático y dictatorial. Destruir todo vestigio institucional heredado por un proceso histórico que tardamos décadas en configurar. Parte de esa destrucción pasa por desaparecer de la faz de la tierra a los adversarios de un futuro prometedor que no tienen ningún asidero en la realidad.

Es el país de los otros datos. La república de Amlolandía cuyo imaginario es equiparable al de la novela Orwell. El colectivo, no los individuos, teledirigidos en busca del paraíso perdido, la república amorosa, igualitaria, sin privilegios, ni meritocracias, sin esos artificios tecnócratas. Es el libro rojo de Mao, la biblia o el Corán. La guía ética y la constitución moral. El paraíso terrenal donde los seres que lo habitan se dan abrazos y no balazos. Donde los amuletos protegen de contagios virales. Basta con no robar, no mentir, no traicionar, para escapar del averno.

Por eso simulan no comprender que la oposición aliada pero divergente ponga en riesgo la consolidación de su hegemonía. Se trata en realidad de no legitimarla. De no alimentar al tiranosaurio. De defender la vigencia de nuestro pisoteado régimen constitucional. De materializar que se ciñan a él. De respetar la pluralidad, la libertad de expresión, las garantías individuales. Nadie pretende fusionar ideologías contrapuestas sino garantizar que persistan y convivan bajo reglas democráticas. Por eso es que no lo pueden asimilar. Saben que lo suyo es una impostura. Así llegaron al poder. Vendiendo la esperanza de un futuro improbable, dispuestos a sacrificar a toda una generación. Una farsa que hay que desenmascarar. París bien vale una misa.

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