Abstencionismo electoral. Las cifras / Eduardo Torres Alonso

En la colaboración anterior (https://bit.ly/3xjVOPS), se enunciaron y describieron algunas de las razones por las cuales la ciudadanía no acude a votar: como protesta, desconexión y desconfianza con la política, o porque aprobaba la gestión gubernamental; por apatía, ausencia de una sanción efectiva, o cálculo. Además de estas, hay otras circunstancias: extravío de la credencial de elector, enfermedad o por estar fuera del municipio, alcaldía o distrito. En efecto, estas elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión tuvieron una participación muy elevada: 52.66 por ciento o visto desde otra posición, el porcentaje de la ciudadanía que no votó fue de 43.34.

Además de la elección federal, las 32 entidades de la República celebraron elecciones para renovar gubernaturas (15), diputaciones (1,063), presidencias municipales (1,923), sindicaturas (2,057), regidurías (14,222), concejalías (204), y otros cargos auxiliares, como juntas municipales integradas por presidencias (22), sindicaturas (22), regidurías (88) y presidencias de comunidad (299). ¿Cómo estuvo la tasa de abstencionismo en los estados del país? Una acotación para no culpar de todo a la persona que no vota: además de las características individuales del sujeto, su forma de relacionarse con la política está influida por el contexto.

Se destaca que el promedio de abstencionismo en las elecciones locales haya sido de 47.52 por ciento, con base en los resultados de los Programas de Resultados Electorales Preliminares de cada Organismo Público Local Electoral, poco más de cuatro puntos por arriba del promedio en las elecciones federales. El estado mexicano en donde se registró la tasa más elevada de ciudadanos que no sufragaron es Baja California con 61.45 por ciento.

En esta entidad del Pacífico no sólo se renovaron el poder Legislativo y los ayuntamientos, sino también la gubernatura. Se pensaría que, al elegir a la persona titular del poder Ejecutivo, más gente saldría a votar. No fue así. Se pueden esbozar algunas respuestas a esto: la forma de designación de las candidatas y los candidatos; los pleitos internos de los partidos que, en un caso, abandonó a su candidata, y el intento de extensión de mandato del gobernador saliente en 2020. Estos sucesos pudieron incidir en el desánimo de la ciudadanía. No obstante, esta elevada tasa de ausencia de ciudadanos sufragando se repitió en 2019 cuando el abstencionismo rondó el 70 por ciento; en 2018 (año de la elección presidencial), este porcentaje fue poco más de 47 por ciento, y en 2016 participó el 33.07 por ciento del electorado. Se puede explicar esta constante en la baja participación (con excepción de 2018) con la movilidad de la población entre México y Estados Unidos, y el hartazgo hacia las malas formas de hacer política.

No hay ningún otro estado del país que haya registrado una tasa de abstencionismo similar en las pasadas elecciones. El más cercano es Durango con 57.84 por ciento. Ahí sólo se renovó el Congreso local. Otras entidades tienen cifras similares a este: Guanajuato (56.33 por ciento), Sonora (55.97 por ciento) y Quintana Roo (55.67 por ciento).

Seis estados, Campeche, Chiapas, Oaxaca, Tlaxcala, Veracruz y Yucatán, tuvieron una tasa de abstencionismo que rondó en los 40 puntos. Tlaxcala, entidad en donde existieron elecciones para renovar presidencias de comunidad, miembros de ayuntamientos, el Congreso local y la gubernatura, fue el estado con la tasa más baja de abstencionismo: 34.1 puntos.

En el resto de las entidades federativas, la mitad de las personas registradas en la lista nominal no emitieron su sufragio. ¿Existe una sociedad polarizada entre quienes participan y quienes no? No me parece. De manera excepcional –y estimulada por la confrontación pública cotidiana– estas elecciones federales intermedias y las locales concurrentes registraron una alta participación. Lo veamos en los términos que se han empleado aquí: hubo un bajo abstencionismo. Esta excepcionalidad debe ser la regla. Quienes sufragaron lo hicieron, además, en un contexto de peligro: la pandemia no ha terminado y la violencia que estuvo presente en las campañas fue inédita.

Hay que celebrar la alta participación, a la vez que hay que registrar que, en algunos estados, la abstención fue alta. Cada quien es libre de participar como quiera o de no hacerlo. Sin embargo, las brechas entre el electorado y los políticos –que pueden verse en las tasas de votos no emitidos– sólo benefician a quienes recurren a la movilización corporativa y clientelar.

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