Al Son del texto / Tina Rodriguez

Ya se empezaron a echar la culpa el Comité Olímpico Mexicano y las asociaciones de deportistas por disciplina.
En medio de esto una delegación vilipendiada que no había vivido la denostación de la prensa por no lograr una sola medalla hasta el momento, derivado de muchas cosas que hay que decir, en torno al deporte en México, objeto de lucro y posiciones políticas.
¿Eso ha pasado antes?
Nunca como ahora la delegación mexicana tiene una mediocre participación, en proporción al país que somos.
La misma densidad de población, unos ciento diez millones de habitantes, aparte de los índicadores económicos y sociales ante otros países del hemisferio, nos deja en franca desventaja ante esos «países pulgarcitos» como los llamó alguna vez Roque Dalton ante la potencialidad de nuestro país.
Con todo y eso, los cuestionamientos válidos por parte de la audiencia deportiva que es de las más rentables del mundo, y como dato el que en México se transmiten más partidos de futbol mediocre que en todo el mundo, en las redes sociales aparecen defensores de oficio que pretenden minimizar las críticas que se hacen con relación a la pobre participación de la delegación nacional en Río 2016.
Los deportistas se quejan de los insultos, caricaturas políticas traducidas al deporte, que los denostan, cuando ciertamente solo son la referencia de la corrupción existente en ese argot, y que por estar poco familiarizados observan como una ataque directo a su persona.
Hay diferencia en las críticas de los insultos; los segundos no tienen cabida en el juicio público pero son divertimento a través de memes que propone o promueven los propios usuarios de las redes, cosa diferente a una crítica dura con relación al deporte en México.
Alguien escribió en esas redes: «El Comité Olímpico Mexicano y la Comisión Nacional del Deporte cada cuatro años diseñan una serie de justificaciones y pretextos, para explicar por qué México no acumula medallas con relación al número de atletas que nos representan».
Pueden ser varias las causas, y ahí, en las redes la gente lo expone –porque esta columna no es experta en deporte, conste- a que es más de lo mismo cada cuatro años, como sucede con el mundial de futbol en el llamado «Tri»: nombrar a ex deportistas metidos a administradores del deporte, y hasta con aspiraciones políticas, como directivos de la CONADE, como el caso de Felipe «El Tibio» Muñoz; familias enteras metidas en el olimpismo mexicano como el caso de los Vázquez Raña, políticas baratas internas que desplazan a prospectos por preferencias, y en general hay gente ahí con nula experiencia en el deporte, como Alfredo Castillo –dicen los cibernautas- llevando la batuta.
Pues tenemos finalmente un ejemplo más de que todo lo que toca la política mexicana lo corrompe, distorsiona, y por supuesto limita sus óptimos resultados, en lo que debería ser una mente sana en cuerpo sano, y no es así en el lucrativo mundo deportivo mexicano, del que Chiapas no es la excepción, con esos jugosos contratos de remodelación de centros deportivos por todo el estado, y que tan solo en el Parque del Oriente en Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo –y dicho por el alcalde de entonces, Samuel Toledo Córdoba Toledo el día de la inauguración, en la que estuve presente- mereció una inversión de treinta millones de pesos.
A todos los presentes nos sorprendió la cifra.

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