Brexit, Trump, Castro y Colombia, ¿la democracia en declive?

Los fenómenos sociales ocurridos actualmente están dando un mensaje claro, las masas se han cansado del desgastado sistema democrático occidental y están en espera de nuevas formas de liderazgo, autoridad y gobierno donde ganen todos en un clima de respeto y transparencia

Eduardo Grajales

[dropcap]L[/dropcap]os festejos por la muerte de Castro; el ascenso de Trump a la presidencia de Estados Unidos; el Brexit en Europa y el «No» al plebiscito de paz en Colombia, son fenómenos sociales que nos están mostrando debilidades del sistema democrático occidental, así como los cambios profundos que éste atravesará en poco tiempo y que, necesariamente, se traducirán en nuevas formas de liderazgo, autoridad y gobierno.
Estos comportamientos sociales actuales tienen dos factores importantes.
El primero, es una evidente actitud anti sistémica de ciudadanos que, «cansados» de las mismas respuestas, están rechazando las estructuras tradicionales que han mantenido el control social, político y económico en los últimos 70 años mediante ideales que hasta ahora no han podido alcanzar (el caso de Cuba, por ejemplo).
Y es que luego de los frustrados intentos por mejor la calidad de vida y lograr condiciones igualitarias de crecimiento, los regímenes democráticos han terminado en un inequitativo reparto de la riqueza que ha incrementado la pobreza a niveles preocupantes, generando con ello altos índices de delincuencia y de flujos migratorios.
Esta situación, a la vez de representar un riesgo para su estabilidad interna son factores que están siendo duramente condenados y atacados por las naciones desarrolladas que, ante la incertidumbre actual de los mercados temen arriesgar su poca estabilidad, lo que explica muy bien la llegada de Trump a la presidencia del país más poderoso del planeta.
El otro factor es el de las redes sociales, que han jugado un papel importante al convertirse en el espacio ideal para expresarse sin temor y con una gran capacidad de resonancia, generando con ello movimientos masivos «antiestablishment» que en algunos casos han derrocado gobiernos (la Primavera árabe, por ejemplo).
Estas herramientas digitales que siguen creciendo exponencialmente ya transformaron los esquemas tradicionales de comunicación, economía y educación, y todo parece indicar que toca el turno al ámbito político y social.
Han empoderado de tal manera al ciudadano que éste ha perdido el temor de exigir cuentas y manifestarse en contra de aspectos que parecían impensables (el Brexit y el referendo de paz colombiano).
Así, el fenómeno digital ha repercutido en nuevos planteamientos sobre la efectividad de la democracia y con ello promovido el surgimiento de nuevos liderazgos que –a diferencia de los que conocemos- resultan más atractivos para una sociedad desencantada y habida de arriesgarse a nuevas ideas antes de volver al pasado.
Este tipo de liderazgo que está emergiendo en el mundo se caracteriza por personajes que persiguen una finalidad social, tienen propuestas prácticas, se identifican con uno o varios sectores de la población, y sobre todo son congruentes entre lo que dicen y hacen (Mujica, El Bronco, Jimmy Morales).
A partir de ello, los actores políticos tradicionales han pretendido astutamente imitar este liderazgo para lograr sus propósitos, echando mano del marketing digital sin comprender que esto no se trata de un método científico sino de una actitud ante la vida que se sustenta en la historia de cada personaje siendo esto mismo el filtro de aceptación o rechazo social.
Este es pues el contexto actual del cisma que está viviendo la democracia actual en occidente.
Luis Felipe Bravo Mena lo llama «cambio épocal», al cual define como el momento en que los avances en el pensamiento de la sociedad sumados a los tecnológicos y científicos confluyen en un mismo momento que obliga, sin miramientos, a un salto estructural que originan un cambio irremediable.
Antonio Gramsci lo describe como «interregno» que bajo la interpretación del sociólogo polaco Sigmunt Baumman indica «que la antigua forma de hacer las cosas ya no funciona, pero aún no hemos encontrado la nueva forma de funcionar. Así que hay un vacío entre las reglas que ya no sirven y las que aún tenemos que imaginar.»
Este planteamiento por supuesto no significa nada nuevo, los hemos vivido a lo largo de las diferentes etapas de la vida de los hombres, lo que importa como dice el expresidente Vicente Fox «es que nos lleven por la ruta adecuada» del progreso y no de la involución.
Ante tal escenario, resultaría entonces incomprensible que la clase política insista en ocupar las viejas formas de ejercicio del poder, que se sigan sintiendo dueños de las instituciones públicas cuando estas pertenecen a todos o, peor aún, pretendan vestirse de ovejas a través de un falso manejo de imagen pública.
Lo que hoy demanda el nuevo sistema democrático es el retorno a lo básico, a los principios y valores que se extraviaron en algún momento, en donde se anteponga por sobre todas las cosas el bien común y se resuelven contundemente las demandas sociales.
Es la era del ganar-ganar donde sociedad, gobierno y clase política promuevan un clima de respeto y transparencia para obtener los mejores resultados. La sociedad está mandando mensajes, veremos quien los escucha.

dialectica902@hotmail.com

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