Cultura politica  / Eduardo Torres Alonso

Cuando se escucha o se lee algo relacionado con la política, la mayoría de las personas tienen una reacción de desinterés o franco rechazo. Los escándalos y la impunidad asociados a algunas personas quienes han tenido responsabilidades públicas, además de los comportamientos frívolos o groseros de una parte de la clase política, ha generado un retraimiento de la faceta ciudadana de los individuos.

Es decir, prefieren atender los asuntos importantes de su vida y la de su familia nuclear y extendida en lugar de interesarse –más que como espectadores– en los temas públicos. Más aún, en tiempos de polarización el silencio parece ser el mejor mecanismo profiláctico para evitar la confrontación que no la necesaria deliberación.

Sin embargo, lo cierto es que mientras más sujetos renuncien a su condición ciudadana, los asuntos colectivos quedarán en manos de una claque. Al respecto, conocer la cultura política existente permitirá advertir si, en efecto, hay ciudadanos imaginarios, utilizando la expresión de Fernando Escalante Gonzalbo o, por el contrario, hay una reserva de valores cívicos en cada persona que está esperando el momento estelar para apropiarse de su cuerpo y alma.

Para saber esto, se recurre a distintos ejercicios de investigación. En México, se tienen los antecedentes de la Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP), levantada por la Secretaría de Gobernación y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, entre 2001 y 2012, y otros ejercicios similares acometidos por la UNAM, El Colegio de México y el Instituto Federal (hoy, Nacional) Electoral. Al revisar los datos de las distintas ENCUP, se percibe que la población ve a la política como algo muy complicado y, a la vez, considera que los problemas deben ser resueltos entre el gobierno y la ciudadanía. Paradójicamente, un porcentaje muy elevado no está interesado en la política (65 por ciento, poco, y 19 por ciento, nada, según la última encuesta de 2012).

Por otro lado, hay un indicador preocupante: existe un desencanto con la democracia. Acaso porque a ésta se le han cargado más cosas de las que puede: redistribución de la riqueza, equilibrio fiscal, disminución de la inseguridad, etcétera. «Todo cabe en la democracia sabiéndolo acomodar». Sin embargo, si se le continúa pidiendo más de lo que es (mecanismo de organización y disputa del poder político), el concepto pierde su sentido, relevancia y significación.

A pesar de que hay una casi década de distancia con la última ENCUP, sigue revelando mucho de la población mexicana. Ejercicios similares a nivel local existen, pero son pocos. El Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Chiapas publicó este año los resultados del proyecto «Construcción de ciudadanía y ciudadanía digital», que emula, guardando las proporciones, los estudios de alcance nacional. La población chiapaneca desconfía de las personas que hacen política. ¡Pobre Aristóteles y su Zoon Politikón! (cuya traducción no literal sería: el hombre [hoy podríamos decir la persona] es un animal político). Los habitantes de Chiapas consideran que la corrupción y la política van de la mano; a pesar de eso, la política y los políticos son necesarios. En fin, votar es una acción importante que genera satisfacción. Así lo percibe casi una cuarta parte de la muestra de 1,600 personas, y el 44 por ciento vota porque es su deber.

Hacia la mitad del siglo XX, los profesores Gabriel Almond y Sidney Verba hicieron el primer estudio internacional sobre cultura política, en donde incorporaron a México, considerada como una democracia aspiracional o en transición, como caso de estudio, junto con países industrializados y aquellos que vivían la segunda posguerra. El resultado fue que en México existía una cultura política de tipo súbdito-parroquial en donde la ciudadanía era proclive a obedecer, su nivel de información era bajo y se interesaba sólo en aquello que le es más cercano. ¿Ha cambiado algo de esto en 2021?

En el tiempo de la inmediatez, de la interconexión, de la infodemia y de los autócratas con ropas de demócratas, se requiere una ciudadanía inquieta, robusta, crítica y propositiva.

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