Dejar la virtualidad, un nuevo reto para la niñez

En el inicio de la pandemia, dejar a los amigos y espacios para convivir fue detonante de problemas físicos y psicológicos. Ahora, vuelven a vivir impactos negativos tratando de volver a la vida real, explica la académica Facultad de Psicología, Hilda Elena Esquivel Guillén

Lucero Natarén / Aquínoticias

Durante los primeros meses de pandemia de COVID-19, niñas y niños en el mundo tuvieron que acudir con psicólogos debido a problemas como alopecia, ansiedad, depresión y estrés, entre otros padecimientos debido al confinamiento. Hoy en día ante el regreso a la presencialidad la situación vuelve a repetirse, explica la a académica de la Facultad de Psicología, Hilda Elena Esquivel Guillén.

La falta de interacción con otros y mantenerse frente a una computadora u algún otro dispositivo y ser vigilados por los tutores todo el tiempo,  fue un reto para las y los menores de edad. «El retorno para muchos niños era algo muy deseado, y lo que he visto es que en muchos casos a los niños les volvió la vida. He tenido pacientes con depresión, alopecia, crisis de ansiedad severa por no ir a la escuela y el retorno para los niños es una liberación de estar con sus pares y jugar», comenta la investigadora.

Sin embargo, agrega la psicóloga, también existe un grupo que presenta problemas para interactuar con sus compañeros; es decir, no fácilmente tienen amigos, y para ellos la educación en línea fue lo mejor porque no tenían que lidiar con nadie; «sin embargo, tampoco toda la vida es estar frente a un aparato, dígase teléfono, computadora o tableta».

En estos casos, argumenta la especialista, si bien la tecnología hizo más fácil la «vida cotidiana», ahora el reto para madres, padres y maestros es regresar a las y los niños a la vida real para que desarrollen habilidades sociales que les servirán para una sana convivencia en la sociedad.

En el marco del Día del Niño y la Niña, la experta recomienda regresar a los juegos cotidianos; es decir, desarrollar una actividad física que les permita crecimiento adecuado y la función de los padres es orientarlos sobre dónde y qué pueden hacer.

«La interacción cara a cara contribuye a no estar inmersos solo en el mundo digital. La tecnología de la información y la comunicación nos ayudaron, pero no sustitutos de la vida real y tampoco pueden cambiar lo que representa la relación real entre las personas».

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