El camino de dos vias de una feminista rural a la ciudad

María Guadalupe Ruiz Coutiño es una de las tres feministas ganadoras del Premio Estatal de la Juventud

Sandra de los Santos / Aquínoticias

La región de la frailesca es conocida como el granero de oro, pero ella lo que busca es que no solo sea un semillero de producción que beneficie a unos cuantos, sino que sea una tierra libre de violencia contra las mujeres a la cual pueda volver.

María Guadalupe Ruiz Coutiño tiene 27 años de edad. Es originaria del municipio de Villaflores. Es una de las fundadoras de la Colectiva Mujeres de Maíz, e impulsora de la Escuela Granero Violeta. Es Licenciada en Derecho por la Universidad Salazar. Maestra en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma de México (UAM), actualmente estudia el doctorado con una beca Conacyt en el Ciesas en la Ciudad de México. Ella es una de las ganadoras del Premio Estatal de la Juventud.

La mayoría de sus amigas le dicen «Lalupita», por la costumbre que existe en Chiapas de anteponer el artículo al nombre de las personas, y así se nombra ella misma en las redes sociales. Después de concluir la preparatoria, salió de Villaflores para estudiar la licenciatura en Tuxtla Gutiérrez y después partió a la Ciudad de México para continuar con sus estudios de posgrado.

«Yo me salí del pueblo, pero el pueblo jamás salió del mí» dice la doctorante, quien aún en la distancia geográfica y el tiempo que ha pasado fuera de la frailesca conserva la forma de hablar de esa región de Chiapas, pero también tiene el vocabulario propio de una persona que se ha hecho en la academia.

Su trabajo de investigación tanto en la maestría como en el doctorado se ha centrado en su lugar de origen, donde regresa por lo menos dos veces al mes.  «Algo tiene esa región que una nunca se puede ir, yo regreso siempre, mi ombligo está ahí enterrado, me gusta y es el lugar donde yo quiero incidir». No hay necesidad que tenga que probarlo. «Lalupita» es una de las fundadoras de una colectiva feminista en la zona y además impulsó una escuela feminista en donde mujeres con diferentes grados escolares pudieron tomar cursos con académicas de Latinoamérica avalado por la UAM.

El activismo en Lupita llegó desde que tenía 13 años trabajando con personas de la Sierra Morena junto a otras compañeras y compañeros de la escuela, que recuerda con cariño. «No sabíamos que lo que hacíamos era activismo o que eras parte de la sociedad civil organizada, nosotros éramos los salidos del pueblo, nada más».

Ser feminista, aún en estos tiempos, no es fácil en ninguna parte del mundo, pero serlo en un municipio rural del estado con mayor rezago puede resultar una odisea. Un sitio, que además, está dominado por cacicazgos y algunas violencias se han naturalizado.

Guadalupe también fue candidata a diputada local en el 2015 por el Partido Movimiento Ciudadano, aunque nunca militó en ese partido ni en ningún otro. Sabía que su candidatura sería testimonial. Solo tenía 15 mil pesos de presupuesto y todo en contra para ganar un puesto de representación popular en un sitio en donde es un secreto a voces que las autoridades están íntimamente ligadas a los caciques de la región.

Lupita busca incidir desde la academia y también haciendo cabildeo con las personas tomadoras de decisión. Está comprometida con los feminismos rurales, y en cambiar las cosas en la región que la vio nacer y a la cual quiere regresar.

Acaba de ganar un premio internacional que le permitirá que su tesis de maestría, en la que habla sobre los cargos políticos de mujeres en Villaflores, sea publicada, además, de un incentivo económico.

Su salida de Chiapas está muy lejos de haber sido «para nunca más volver», al contrario, se fue para regresar para conocer otros horizontes y traer buenas nuevas a ese lugar que busca construir de manera distinta. En sus años fuera ha conocido otros feminismos, distintas realidades, nuevas formas de acompañamiento y también de lucha. El estar lejos le ha permitido confirmar que quiere regresar, pero no habitar el mismo sitio, sino uno distinto, uno que no sea solo un semillero de oro, sino un granero violeta en donde todas las mujeres estén libres de violencia.

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