La violencia que no se ve, pero deja marcas para toda la vida

Este 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia en contra las Mujeres, a propósito de esta fecha las terapeutas Erika Sosa Peña y Dulce Bonifaz nos hablan de la violencia psicológica

Lucero Natarén / Ana Liz Leyte/ Sandra de los Santos / Marco Aquino

Aquínoticias

La violencia psicológica es uno de los tipos de violencia que existen, sin embargo, si no se identifica y/o atiende a tiempo, puede originar violencia física, alerta la psicoterapeuta Erika Sosa Peña.

La especialista indicó que esta violencia comienza con un sutil juego de palabras que van aumentado de nivel a nivel hacia las personas, y esto va adquiriendo un poder sobre la mente de las víctimas, quienes difícilmente notan que están siendo violentadas, más cuando existe un vínculo afectivo con él o la agresora (es). «Hay quienes normalizan o minimizan el daño que provocan estas bromas hirientes».

Según el Artículo 6° de la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia para las Mujeres en el estado de Chiapas, la violencia psicológica es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio.

Sosa Peña señala que la violencia psicológica no es exclusiva de parejas o familiares, también puede ocurrir en las escuelas (de maestros(as) a alumnos(as) o entre compañeros de clase). Esta se ejerce a través de amenazas, coerción, bromas, insultos, provocando una baja autoestima de las víctimas, haciéndole difícil percatarse que está dentro de una atmosfera violenta.

La maestra explica que la sociedad, las madres y padres de familia influyen en la preparación de las personas para tener la habilidad de identificar cuando se encuentran inmersos en este tipo de violencia.

«Tratar bien a nuestros hijos o nuestras hijas va a hacer que cuando estén en una relación de violencia psicológica, a través de insultos, bromas y de este tipo de acciones, ellos se percaten de que no es el trato al que están acostumbrados a vivir, por tanto, no deben tolerarlo».

En el caso de la vida en pareja, la terapeuta psicológica cae en cuenta que la violencia se ha normalizado, -entendiéndose que vivir en pareja implica sufrir, cosa que no es cierto-.

Foto: Roberto Ortíz.

«Nosotros debemos ir desmitificando esta situación, para que las y los jóvenes noten que las relaciones de pareja no deben ser sufridas, no tienen que ser violentas, no tienen que tratarte mal. Entonces, si nosotros comenzamos desde ahí, es un poco más fácil que distingamos que padecemos violencia».

Sosa describe que esta violencia, de ser permitida, puede evolucionar a tal grado que la víctima resulte lastimada físicamente, lo cual incluye golpes o violencia sexual.

La sintomatología de estar viviendo violencia psicológica, asevera, se caracteriza por empezar a sentir inseguridad, cuadros de ansiedad, falta de sueño, tristeza -más de lo normal-, incluso falta de deseo de ver a las y los amigos, -más aún si quien ejerce violencia está dentro de ese círculo-.

Para la psicóloga es primordial que quien esté pasando por estas circunstancias, se atienda con prontitud. «Entre más tiempo pase, más complejo es que la víctima se de cuenta de que está siendo violentada y que puede pedir ayuda y que alguien tiene el poder de ayudarla».

Insistió que es vital que las afectadas pidan ayuda y acudan a terapia psicológica, «es importante que desde el momento en que detecten que hay situaciones que no les están haciendo sentir bien acudan a pedir ayuda profesional para que junto con su terapeuta pongan limites y se tomen acciones y decisiones para poder vivir bien».

La médica argumentó que es muy difícil que las victimas puedan aceptar que están viviendo este tipo de violencia y huir de ella. «Se han dado casos donde las personas violentadas han denunciado, pero después se retractan, por diversos factores, como el miedo, las amenazas o en casos extremos, por el Síndrome de Estocolmo, -donde la víctima siente apego por el agresor-«.

Agregó que hay estudios donde revelan que una mujer le toma hasta nueve intentos para poder dejar definitivamente a su pareja agresora, -son precisiones que debemos tener muy presentes, porqué a la víctima le cuesta trabajo salir de ahí-.

La también sexóloga culminó la entrevista comentando cuán significativo es que las victimas cuenten con acompañamiento para denunciar y recibir apoyo emocional, sobre todo, que el sistema de justicia juzgue con perspectiva de género.

«Para poder denunciar se debe acudir a la Fiscalía de la Mujer, y se debe considerar que puede ser un proceso largo, -aún más, con el aumento de los casos de violencia que hay en Chiapas-, pero no se debe desertar, para que la denuncia proceda».

Vivir en una prisión durante 20 años

«Creo que como todas las mujeres al principio pensaba que me celaba porque era una forma de quererme, hasta me sentía halagada y él me decía que me preocupara cuando ya no me celara porque significaría que ya no me quería» dice Lorena de 46 años de edad.

Ella es docente de profesión y madre de una joven de 22 años y una adolescente de 17. Hace tres años se separó de quien fue su esposo por 20 años, hasta ahora no consigue que le dé el divorcio y de manera constante la acosa.

«Me salí de la casa con mis hijas porque ya no era vida. Nunca me puso una mano encima, pero creo que ganas no le faltaban. Cuando se enojaba porque mis hijas o yo no hacíamos lo que él quería aventaba cosas, se iba a la calle y nos dejaba encerradas con llave» cuenta.

Lorena, ahora, ve con claridad que lo que pasó durante los 20 años de matrimonio es que sufría violencia psicológica. Fueron sus propias hijas las que la animaron a dejar su relación porque no quiso que ellas pasaron lo mismo, que vivieran con un miedo constante.

«A mí siempre me controló, del trabajo siempre me venía a la casa, yo no podía saludar a los compañeros, y hasta por eso muchos creen que soy chocante, pero lo que pasaba es que él siempre se enojaba, delante de la gente nunca me decía nada, pero cuando llegábamos a la casa. Le molestaba hasta que yo me riera con otra persona o usara un vestido que fuera floreado, era algo muy exagerado».

La profesora se casó a los 23 años de edad con el único novio que conoció, siempre le pareció una buena persona: sin vicios, profesionista y con la aprobación de su familia. Desde el noviazgo dio muestras que era una persona posesiva, pero  ella no le encontró problema, y muchos años normalizó su forma de ser.

«Mi papá era una persona muy estricta, entonces, para mí era muy normal que un hombre fuera así, pero conforme fueron pasando los años creo que él se hizo más celoso y enojón y con mis hijas también, pero ellas no se dejaban y él me echaba la culpa a mí de eso y con quien peleaba era conmigo».

Lorena no tenía una red de apoyo porque su ex pareja le controlaba hasta a las amistades, y aunque en más de una ocasión pensó en separarse, fue hasta que la situación se hizo más violenta en contra de sus hijas que decidió terminar la relación.

«A mí nunca me golpeó, pero a mi hija más grande sí, y ella me dijo que se iba a ir de la casa porque ya no toleraba vivir con su papá, él llegó a estar en contra de que ella estudiara, lo había prohibido y yo conozco a mi hija es una buena muchacha, estudiosa y no era posible que por la forma de ser de él fuera a echar a perder su vida» reflexiona Lorena.

Hasta ahora sigue viviendo el hostigamiento de quien legalmente sigue siendo su esposo, pero ahora ella está más segura de sí, se siente con libertad, sale a hacer ejercicio, la vida la ve diferente y cree que durante muchos años estuvo en una prisión sin saberlo.

«Creo que cuando dos personas se aman, se respetan, se quieren, procuran estar bien, yo con él no tuve eso, y no quisiera que mis hijas vivieran algo así y yo tampoco quería seguirlo viviendo. Yo les digo que mejor se queden solteras a agarrar un marido que las quiera controlar todo el tiempo porque no es la vida de una que está viviendo» dice Lorena, consciente de que no hay mejor forma de vivir que libre.

Maltrato psicológico, el más «normalizado»

 

 

El maltrato psicológico en la pareja es el tipo de violencia más normalizado, ya que es difícil de comprobar a pesar de que éste tipo de violencia puede ser superior al maltrato físico.

Dulce Bonifaz, psicoterapeuta y empática con el movimiento feminista, indica que, este tipo de violencia proviene de la dependencia emocional, lo que deriva baja autoestima, falta de valoración a sí misma, falta de amor propio, miedo a la soledad, necesidad hacia otra persona y en este sentido, sentirse y ocupar un lugar inferior al de la pareja.

«El sentir que el hombre es superior a la mujer, el tener miedo al divorcio, porque la sociedad nos ha enseñado que separarse es sinónimo de fracaso, por eso el miedo de denunciar maltrato psicológico, porque además es muy difícil comprobarlo, es diferente al maltrato físico, pero puede ser incluso letal», señaló la psicoterapeuta.

El maltrato psicológico en pareja se refleja a través de comentarios despectivos a la otra persona, manipulaciones, no tomar en cuenta a la pareja y ejercer abuso de poder sobre la otra, ello conlleva –en la mayoría de los casos- a la dependencia emocional en donde se llega a creer tan superior al otro, al punto de idealizarlos y creer que es lo mejor que puede pasarle y por ello, suele ser tan difícil dejarlo.

Incluso, la persona violentada –que en la mayoría de las relaciones es la mujer-, llega a ocultar algunas cosas por temor, no suele contradecir, no suele dar su punto de vista –ni a favor ni en contra-, no toma decisiones por sí misma, hace cosas sin su consentimiento, como tener sexo cuando no quiere.

«También no reconoce los logros del otro, minimiza su trabajo, juzga lo que dice, lo que hace, cómo se viste, cómo se expresa, planea todo por la otra persona, con la finalidad de que la otra no tenga sus propias actividades, la aparta de su núcleo familiar o de amistades, logrando que la persona pierda su verdadera esencia y se vuelva la versión de alguien más», explicó Dulce Bonifaz.

Aunque no existen datos de cuántas mujeres son víctimas de este tipo de violencia, ya que es difícil comprobarla, estudios revelan que existen más mujeres víctimas de violencia psicológica que violencia física.

Las consecuencias que este tipo de maltrato puede traer a quien resulta agraviado son estrés, ansiedad, problemas de sueño, problemas de alimentación, cansancio, tristeza, depresión y alto riesgo al consumo de sustancias tóxicas, la más común; el alcohol.

¿Cómo poder combatir este tipo de violencia?

La psicoterapeuta Dulce Bonifaz, señala que lo importante es identificar que el problema existe, que en la relación hay tipos de conductas que no permiten a una de las partes desarrollarse plenamente. Identificar, además, que la parte agresora suele ser muy controlador y para nada empático.

Platicar el problema, pedir ayuda y rodearse de un núcleo que no sólo tenga conocimiento de lo acontecido, sino que, además, tenga el deseo de ayudar, ya que muchas veces las personas suelen ser doblemente violentadas al no creer que está siendo víctima de violencia.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *