Poner las barbas a remojar / Álvaro Robles

La derrota de Evo Morales en el referéndum con el que pretendía reformar la Constitución para hacerse reelegir por cuarta vez en el año 2019, está mandando un nuevo mensaje latinoamericano de la cultura de libertad.
Sostiene el peruano Vargas Llosa: «se inscribe dentro de una cadena democratizadora que va golpeando al populismo demagógico en América Latina de la que son jalones importantes. La elección de Mauricio Macri en Argentina contra el candidato de la señora Fernández de Kirchner, el anuncio de Rafael Correa de que no será candidato en las próximas elecciones en Ecuador, la aplastante derrota —por cerca del 70% de los votos— del régimen de Nicolás Maduro en las elecciones para la Asamblea Nacional en Venezuela y el desprestigio creciente de la presidenta Dilma Rousseff y su mentor, el expresidente Lula, en Brasil, por el fracaso económico y los escándalos de corrupción de Petrobras que presagian también un fracaso catastrófico del Partido de los Trabajadores en las próximas elecciones.
De Evo Morales se decía, como de Brasil, que sus políticas económicas eran exitosas y envidiables. Pero la realidad actual ha dejado en claro que están en condiciones terribles de pobreza, y junto con los escándalos de corrupción, nos dan cuenta de un fenómeno continental: El mesianismo, el populismo, solo acarrea pobreza y decepción.
Sin embargo, entre la brutal farsa de grillos – que no políticos – de acceder al poder, de llegar con las mayores mentiras barnizadas de preocupación; entre las propuestas locuaces y sus actos faraónicos cómo hacer Torres Millonarias, Teatros, Palacios, Salones, Parques y demás boberas, para que se les recuerde; para sentirse abrazados de la adoración cuando se inaugura y al final decir: lo hice yo, como si lo hubieran puesto de su bolso. Entre todo esto, hay un común denominador: la gente que vota medrando con el sufragio, dejándose engañar resignados, pero que están prestos para entrarle a cualquier «beneficio» producto del cuatachismo. Estos «engañados» son muchos, son los que mueven el agua, son los que agarran la pata. Pero los más, los más pobres, ellos solo observan y rumian su frustración de gobernantes bandidos y abusivos.
Sólo un ejemplo, Jorge Betancourt de Jiquipilas, antes de este gobierno era un ciudadano promedio, que si bien no era pobre, tampoco rayaba en la riqueza actual, que le permite hoy comprar ranchos y tierra por cientos de hectáreas en Jiquipilas; imponer a su amiga cómo presidenta municipal y dedicarse al negocio de la construcción con fondos del erario público. Cuando la gente de ese municipio votó por la alcaldesa amiga de Betancourt, sabía positivamente que él la impulsaba. La gente sabía que él estaba haciendo negocios con dinero nuevo devenido del gobierno y sin embargo le apoyaron. Ahora en la posibilidad de acceder a otro encargo más jugoso, es previsible que saldrán las felicitaciones de sus paisanos por lo exitoso que es.
Así cómo este pillo, busque para todos lados y verá que el maizal está lleno de loros que se comen todo el esfuerzo de otros. Muchos atribuyen «éxito» a estos pillos, por estar pegados en la teta de gobierno. En ello está intrínseco, esa aspiración de éxito de casi todos, para poder medrar obviamente. En ello está implícito ese deseo de ser «alguien» exitoso; y es ese el deseo superior para abandonar la maldita pobreza que nos pone donde estamos. Vaya, por eso triunfan los Evos, los Betancoures, los pillos. En el pecado llevamos la penitencia. Nunca mejor dicho.

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