¿Sin plurinominales? / Eduardo Torres Alonso

Sin plurinominales se recrea una imagen inexacta de la diversidad política de la sociedad. Al menos, eso dicen quienes apoyan la integración de los congresos con sistemas de representación proporcional. Los que están a favor de los sistemas mayoritarios expresan que los escaños plurinominales distorsionan la representación política.

Hace un par de semanas, el titular del poder Ejecutivo de la Unión anunció que enviará una propuesta de reforma electoral al poder Legislativo para, entre otras cosas, modificar la integración de las cámaras de Diputados y de Senadores eliminando la representación proporcional. El argumento no radica en que la existencia de diputaciones o senadurías plurinominales deforme o proyecte falsamente el conjunto de los intereses políticos del país, sino que su elección es muy cara. El argumento del gasto genera adeptos, salvo que estos legisladores son electos en la misma jornada que los legisladores uninominales (los de mayoría relativa, aquellos tachados en la boleta). Así que, en principio, no hay un gasto doble en las elecciones y su existencia no hace que se incremente el presupuesto destinado a los ejercicios proselitistas.

La discusión sobre la eliminación de la representación proporcional no es nueva (se pueden encontrar iniciativas similares en 2010 y 2014, propuestas por los partidos que en esos años ocupaban la Presidencia de la República: Acción Nacional y Revolucionario Institucional, respectivamente), y los argumentos son los mismos: «cuestan mucho», «no hacen nada», «nadie los elige», «son cuotas de los liderazgos partidistas», en fin, «no rinden cuentas». Ciertamente, algunas de estas expresiones son válidas para los legisladores de representación proporcional, aunque también lo son para los de mayoría relativa.

La democracia mexicana es muy cara, sí. Pero eso no tiene nada que ver con el sistema mixto de integración de los poderes legislativos federal y estatales. El presupuesto que se dirige a las campañas, al mantenimiento de la vida cotidiana de los partidos, a los organismos electorales, incluso para el funcionamiento del Congreso, es aprobado por los mismos diputados y si se quiere desembolsar menos, tendría que existir una modificación de las cantidades del Presupuesto de Egresos de la Federación sin necesidad de un cambio en el número de diputaciones o senadurías (por supuesto, al eliminar los sueldos de los plurinominales algo se ahorraría –si es que no tiene otro destino– aunque esa cantidad no resulta significativa con el total del gasto nacional).

Sobre si trabajan o no, las personas que ocupan una curul sí hacen cosas aunque, a veces, no se vea (la fama de un legislador está por los suelos, no hay quien lo dude). La labor legislativa no es tan evidente como la de un Presidente o la de una Gobernadora, pero es no menos efectiva: hacer y modificar leyes, realizar gestiones para sus electores y supervisar a los otros poderes. Hay excepciones y, a veces, la productividad legislativa deja mucho que desear mas eso no tiene que ver si la persona fue electa por el principio de mayoría relativa o es plurinominal.

Contrario a una idea extendida en algunos sectores de la población, sí se vota por los candidatos de representación proporcional. En la parte posterior de la boleta que recibe la ciudadanía para marcar su preferencia, aparecen los listados de las candidaturas por ese principio. Los hombres y las mujeres inscritos en esas listas tienen un número y entre más cercano estén al inicio de las mismas, su probabilidad de ser legislador o legisladora aumenta.

Sobre el argumento de que son cuotas de los liderazgos partidistas, algo hay de cierto ya que la elaboración de dichas listas es una facultad de los partidos políticos y en su integración, puede haber discrecionalidad. Estas listas son cerradas; es decir, el electorado no expresa su simpatía por alguien en particular. Tener listas abiertas reduciría la discrecionalidad de los cuadros directivos partidistas y pondría a competir a las candidatas y los candidatos plurinominales.

Finalmente, la idea de que no rinden cuentas aplica para la totalidad de integrantes de las cámaras. Esa sigue siendo una de las deudas del diseño democrático en México. Rendir cuentas no es algo que guste a quienes desempeñan cargos públicos. Esto tampoco tiene que ver con la existencia la representación proporcional.

¿Qué pasaría si se eliminan las diputaciones y las senadurías plurinominales? Habría una falsa idea de homogeneidad de la sociedad porque las minorías –cuya existencia es tan legítima como la de los grupos más numerosos– no tendrían una voz en el Congreso. En un sistema en donde sólo existan diputaciones uninominales podría aparecer la «tiranía de la mayoría», para usar la clásica expresión de Alexis de Tocqueville.

La representación proporcional fue un logro del largo –y para muchas personas, inacabado– proceso de democratización del país, quitarla daría pie a sobrerrepresentar a las mayorías y con el tiempo esto podría empezar a leerse en singular: la mayoría. La única. Maximizar el pluralismo es lo que debería estarse discutiendo en México.

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