Tubo de ensayo / Rene Delios

Y como siempre en la clase política no hablan del abstencionismo, y eso que el voto es el objetivo de los partidos, pues con éstos ganan las elecciones.
Tranquilamente más del 50 por ciento de la sociedad no votó el fin de semana pasado, lo que es una muestra de desinterés de esos ciudadanos en la política de sus entidades, y resulta que habrá gobernadores que no lograron el voto de un setenta por ciento de sus «gobernados», pues hay que restarle los votos de otros en el global que la votación de esa fecha.
Y así, tenemos hoy diputados federales y locales, senadores, alcaldes y gobernadores, que no logran el cincuenta por ciento del listado nominal a su favor.
¿Malos gobiernos, malos candidatos, guerra sucia, inconformidad social?
No hay estudios serios sobre el particular y todo se resumen a una inconformidad social que crece, en el entendido de que éste abstencionismo es el mayor en cinco elecciones, pero parece que a los partidos, a los ganadores, eso no les importa, aun signifique que ganaron con el voto de una minoría.
Es lo legal pero ¿es lo legítimo?
No significa que sean electos por la mayoría delos votantes, esto es que para la mayoría de esos ciudadanos que no votaron, no hubo candidatos idóneos para su gusto y es preocupante pues muestra que la gente no cree en la política que se practica, esto es que es mala, pobre, corrupta.
Pero no pocos dirigentes nacionales se han referido a que es necesario renovar a sus partidos, pero no renuncian, y con ello se mantienen los clanes y cotos de poder regionales que ya merecen una sacudida para que dirigentes populares de verdad, lleguen a esas posiciones con la sensibilidad necesaria para gobernar.
Tenemos políticos fabricados en la lista de las plurinominales, apadrinados por gobernantes en turno, y escasos son los que vienen desde abajo, desde las competencias desde las alcaldías, que es desde dónde se palpan de verdad los planteamientos populares más genuinos.
Ya sabemos que los baños de pueblo no dan votos, ni tampoco las despensas y demás dádivas proselitistas, incluyendo promesas de trabajo; los compromisos son de otra índole entre esa clase política distanciada de la sociedad que dicen querer servir, pero que en realidad abandonan una vez en las curules olas sillas presidenciales o de gobierno de decisión.
Parece que no hay empatía entre políticos y la gente, y eso no es nada prometedor para fortalecer una democracia un tanto desquebrajada.

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