Tubo de ensayo / Rene Delios

Dos cosas destacan en estas campañas como en las pasadas y en las anteriores a las pasadas de 2015: las encuestas y la guerra sucia entre candidatos.
Destacan los equipos de cada uno de los más posibles y desde luego, los medios de todo tipo publicando y emitiendo sus encuestas a cuestas y altos costos, presentando metodologías fantásticas sacadas de mil mangas, que sustentan la calidad de sus resultados, pero no el momento de sus preguntas que, como sabemos son claves para la resultante.
Porque si algo tienen esas encuestas es mucha psicología, pues no es lo mismo preguntar a finales de quincena por el opositor, que a principios de ésta por el puntero.
Y así, conforme avanzan las campañas electorales en doce estados de nuestro país, se incrementa la circulación de encuestas y sondeos, entrevistas a líderes sociales nunca después requeridos hasta la próxima elección, visitadores preguntando por las demandas sociales que ya no buscan ahora los que resultaron ganadores en las federales intermedias del año pasado, y en medio de todo esto, la demagogia arropada por la mala calidad de la política.
Pero eso no sale en la fotografía del momento político, solo las cifras en frío publicada en la portada de los diarios, para satisfacción pobre de quien la paga porque en realidad eso, no les asegura nada, porque las encuestas no miden ni lo harán nunca, la probabilidad del monstruo mayor de la democracia: el abstencionismo, señor de la incredulidad tanto en los partidos como en sus candidatos, en el gobierno y sus instituciones.
Es tan temido que no es mencionado nunca por los triunfadores, porque es superior al triunfo mismo en la mayoría de las ocasiones, gracias al tecnicismo ese de «mayoría relativa» –traición al elector- que, sigue siendo una de las armas de la clase política toda, y en la que todos se mantienen de acuerdo aún ganen con un 22 por ciento del listado nominal y 18 por ciento en contra, sin que votara el sesenta por ciento del listado en esa casilla y así, hemos sumado municipios, distritos, estados en que no se registra la participación de ni la mitad del electorado pero, como se trata de mayoría relativa, el de mayor votos en esa minoría es el ganador.
Pero se da que se inflan porcentualmente los resultados, se manipulan las casillas, aun lo nieguen, y lo vimos en éste Chiapas de desencantos por éste IEPC nefasto y oscuro, vetusto e ignaro –en plena temporada de turismo electoral por esos doce estados con elecciones estatales, neta, viaticando chido, por supuesto-, que aun la vergüenza nacional no amerito la renuncia total –por ética, honor, dignidad- de todo su colegiado.
Hasta la ignominia por el salario.
Pero regresando a las encuestas, pues son solo cifras que muestran, en un momento del proceso, el arranque, tránsito, punteadas de los candidatos y de los partidos, pero que nunca son definitivos.
Casos de sus imprecisiones hay bastantes, dos en Chiapas, cuando Pablo descalabró a Samy o Juan a Josean.
Digo, ambos candidatos ganadores en esas fechas renunciaron al PRI porque éste partido prefirió a los perdedores como candidatos que, en las encuestas locales mandaron a pagar que los priistas los apoyaban abierta e incondicionalmente.
Y me iba a meter a eso de la guerra sucia, pero la neta es tanta mezcolanza que no quiero embarrare el teclado describiendo la bajeza de ésta clase política inculta y corrupta, sin escrúpulos, e igual la dejo para mañana.

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