Articulo Único / Ángel Mario Ksheratto

Giammattei: invocación al diablo

En mal momento de su propia tormenta, el presidente Alejandro Giammattei, invoca la Carta Democrática Interamericana (CDI), bajo el supuesto de un posible ardid para llevar a cabo un golpe de Estado en su contra, argumentando «violencia sistemática» hacia las instituciones, lo que en el primer día de protestas, generó el uso excesivo de la fuerza pública contra manifestantes pacíficos y no contra el grupo de choque que asaltó y destruyó la sede del Poder Legislativo.
La intención de fondo del mandatario, pareciera ser la búsqueda de un diálogo nacional para enfrentar la crisis y salir airoso de ésta; demasiado tarde y muy desatinada maniobra, para efectos de credibilidad y confianza en su gobierno.
En primer lugar, hay que analizar, por lo menos a grosso modo, las razones por las que Giammattei, recurre a los buenos (¿?) oficios de la Organización de los Estados Americanos —OEA—: Uno, la ligereza de su petición, denota falta de responsabilidad, seriedad y firmeza de su parte, para solucionar los problemas domésticos. Dos, busca, entre los virtuales enviados de ese organismo, a los culpables de su fracaso futuro inmediato como Jefe de Estado, y de las consecuencias de las medidas adicionales que, de motu proprio, llegare a tomar a espaldas de los guatemaltecos y la Misión Internacional que, eventualmente, se pudiere nombrar.
En segundo lugar, se debe interpretar como una debilidad inocultable de su gobierno —en temas de gobernabilidad y estabilidad social que repercutirá en la soberanía del país y la libre determinación del pueblo de Guatemala—, un pedimento que por sí solo, tiene sus impedimentos jurídicos locales e internacionales, como la pérdida de capacidad interna a la hora de tomar decisiones cruciales, y un preocupante retroceso en la democracia del país; consecuentemente, la inhabilitación del organismo interamericano para decidir por sí solo.
Es por tanto, injustificada su invocación a un documento del Derecho Internacional que, por desgracia, Luis Almagro, secretario General de la OEA, ha aplicado según su conveniencia e intereses en Bolivia, Perú, Venezuela, Nicaragua y Ecuador, por citar los malos ejemplos más recientes.
Por otro lado, llama la atención que su invocación solo atraiga los artículos 17 y 18 de la Carta en referencia, cuando en ésta, se establecen criterios claros que, en la práctica, fueron violados por el presidente Giammattei, lo que provocó la justa y airada reacción de los guatemaltecos. No habla —en su invocación—, por ejemplo, de la transparencia en el manejo de los recursos públicos de los países miembros.
Tampoco admite que la policía arremetió violentamente contra la libre manifestación popular y que con ello, se violaron los derechos humanos, y no reconoce que violó el criterio de combate a la pobreza, al aceptar un presupuesto que favorece solo a los diputados y a instituciones del Ejecutivo sobre los que él tiene injerencia ilimitada.
Si revisamos la Carta íntegra, encontraremos que es obligatoriedad de los Jefes de Estado, por sobre todas las cosas, velar por el bienestar de sus gobernados: deben ser pulcros, humanistas, transparentes, responsables, honrados, competentes, capaces, decentes, responsables, sensibles, respetuosos, demócratas… Deben además, defender derechos, garantías, prerrogativas y aspiraciones de los pueblos que gobiernan.
Y si nos vamos más allá de interpretaciones, especulaciones y conjeturas, no deben ser populistas, demagogos, ladrones, prepotentes, soberbios, abusivos, totalitarios, mentirosos, represores, gandallas, ignorantes, insensibles, frívolos, corruptos, cínicos, sinvergüenzas, cobardes…
La democracia participativa a que se refiere la CDI, no es aplicable solo para efectos meramente electorales; la democracia participativa, es en esencia, la inclusión de todos los sectores sociales en las decisiones de Estado.
El presupuesto guatemalteco 2021, debió ser consultado con todos los sectores de la sociedad. Debió participar la clase patronal y laboral. Debió tomarse en cuenta, la opinión de médicos, maestros, obreros, comerciantes, amas de casa, estudiantes, empresarios, campesinos, partidos políticos, instituciones públicas y privadas y no dejar que un grupo de diputados corruptos, que no representan a los guatemaltecos, lo hiciesen a espaldas del pueblo.
La democracia «participativa», fue violada por los diputados y diputadas, ya con la anuencia del presidente Giammattei, ya con su complicidad o ya por órdenes suya. He ahí las consecuencias.
Invocar la Carta Democrática Interamericana, no le favorece al mandatario guatemalteco; le pone contra la pared, puesto que, si la OEA aplica los criterios correctos y adecuados, deberá primero, pedir cuentas sobre las violaciones que dieron origen a la actual crisis.
En ese caso, y como ha ocurrido en su endeble exposición de motivos para solicitar la intervención de la OEA, no tiene más que dos alternativas: fajarse los pantaloncillos para afrontar las consecuencias de su incompetencia y posible inclinación a la corrupción, o, simple y sencillamente, renunciar.
No es sano que un país cambie de presidente a cada rato, pero si las circunstancias obligan, será menester insistir en ello, toda vez que es una decisión inatacable de los guatemaltecos.
Una última y brevísima reflexión: los guatemaltecos han podido echar a varios presidentes del poder; han demostrado fuerza y unidad para ello. Pero no han querido utilizar ese poder, para forzar una profunda reforma política, que les permita echar del servicio público a los corruptos. Y empezar por una reforma electoral que cierre el paso a éstos, prohibiendo la reelección de diputados y exigir que los candidatos, tengan por lo menos, diez años de militancia partidista. ¡Pueden lograrlo!
Por lo demás, la invocación presidencial, es una invitación al diablo, para engrandecer el desastre.

Postdata: En septiembre de 1980, el doctor Francisco Villagrán Kramer, renunció, desde Washington, a la vicepresidencia de la República, a consecuencia de insuperables diferencias políticas con el entonces presidente Fernando Romeo Lucas García; su renuncia fue irrevocable. El doctor Kramer, es reconocido desde entonces, como un hombre de principios.
Guillermo Castillo Reyes, actual vicepresidente, «sugiere» a Giammattei renunciar ambos; si tuviese principios, ya lo habría hecho él solo. ¿Supone que le funcionará el «pacto de amor suicida»? Es decir: «Matáte vos primero y después yo». Sería como ocultarse de las hienas, en las fauces del león.

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