Beatriz Barba Ahuatzin, la primera arqueloga titulada en el pais

Fue figura clave de la arqueología, antropología, etnografía y museología de México

Aquínoticias Staff

Originaria de Jalisco, Beatriz Barba Ahuatzin (1928-2021) fue una mujer que siendo profesora normalista decidió desafiar las reglas sociales de la década de los años 50 y las normas conservadoras de su familia, para ponerse pantalones, salir a campo acompañada de hombres y convertirse en la primera arqueóloga titulada en México, en 1955.

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) lamentan profundamente el sensible fallecimiento de su investigadora emérita, figura clave de la arqueología, antropología, etnografía y museología de nuestro país, quien falleció el 29 de enero.

«Murió Beatriz Barba, primera mujer titulada como arqueóloga en México, fundadora de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas. Prolífica y generosa maestra de muchas generaciones, fue columna de las instituciones en las que participó», señaló la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero.

Por su parte, Diego Prieto Hernández, director general del INAH, apuntó que «durante décadas, el INAH se ha nutrido del trabajo, sensibilidad, temperamento y creatividad de Beatriz Barba Ahuatzin». Ello durante el homenaje realizado en septiembre de 2019, en el cual se le entregó una cabeza en plata de un Guerrero Águila, presea que se otorga a investigadores de la institución por su antigüedad y méritos, y donde además se le reconoció como fundadora de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas.

En esa ocasión, el titular del INAH destacó la imaginación de la antropóloga Beatriz Barba en los albores de los años 60, para, junto con el entonces director del INAH, Eusebio Dávalos Hurtado, y el jurista Julio César Olivé Negrete, conseguir que el INAH mantuviera bajo su cuidado y posesión el inmueble de la calle de Moneda No.  13, pues al trasladarse el Museo Nacional de Antropología a Chapultepec, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público intentó recuperar ese espacio aledaño a Palacio Nacional.

«Gracias a sus oficios, la cuna de la antropología mexicana, el lugar donde surgió el Museo Nacional, el cual después fue el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, luego el Museo Nacional de Antropología, y ahora el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, hoy mantiene su vocación cultural.

«Beatriz ha acompañado décadas de investigación en el INAH, siempre articulando las ideas de una investigación antropológica integral, que incorpora a la arqueología, ligada a su vida familiar y conyugal, pero también a la etnología y la antropología, vista como el estudio integral de los grupos humanos», destacó Diego Prieto Hernández.

De niña, Beatriz Barba jugaba a ser maestra, influida por la profesión de sus padres; posteriormente, a los 21 años y tras estudiar en la Escuela Nacional de Maestros, comenzó a trabajar con niñas y niños de primaria y, tal vez, un primer acercamiento con lo que serían sus estudios antropológicos, a partir de una tesis que elaboró sobre los daños en la columna vertebral producidos por el mobiliario inadecuado, circunstancia que observó en sus alumnos.

Ese interés por el comportamiento humano la llevó a entusiasmarse por los carteles que anunciaban las carreras que ofrecía la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Así, no obstante que en aquel 1950, la joven Beatriz ya ejercía como profesora normalista –labor que mantuvo incluso cuando ya laboraba en el INAH–, inició una etapa de aprendizaje que la llevaría a convertirse en la primera mujer mexicana en titularse como arqueóloga.

La tesis de licenciatura «Tlapacoya, un sitio preclásico en transición» fue sólo el primer paso de una inagotable carrera entregada a la investigación y la conservación de la herencia cultural del pasado y presente de México.

Con una amplia trayectoria en la arqueología, antropología, etnografía y la museología, por citar sólo algunas de las disciplinas en las que incursionó, Beatriz Barba, quien se casó con el connotado arqueólogo Román Piña Chan, investigó además numerosos sitios arqueológicos, entre ellos, Tlatilco y el citado Tlapacoya, en el Estado de México.

Fungió como Secretaria de Organización del Sindicato de Antropólogos del INAH y como Secretaria General de la Asociación Mexicana de Antropólogos Profesionales.

Maestra en Ciencias Antropológicas y doctora en Antropología por la UNAM, Barba Ahuatzin fue designada en 1962 para, junto con Julio César Olivé, diseñar e instalar la Sala de Introducción a la Antropología del Museo Nacional de Antropología.

De especial evocación es también el esfuerzo que, en aquel 1964, hizo del inmueble que hoy ocupa el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, antiguo Museo Nacional, cuyas colecciones fueron enviadas para nutrir al entonces nuevo Museo Nacional de Antropología, en Chapultepec.

La propia investigadora emérita solía referir que, una vez trasladadas las colecciones arqueológicas, el edificio de Moneda No. 13 se encontraba casi vacío, por lo que personal de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público intentó ocuparlo.

Fue entonces cuando investigadores del INAH, entre ellos Beatriz Barba, rellenaron nuevamente las vitrinas con materiales del archivo museístico, a fin de que ese espacio, de vocación cultural desde el siglo XIX, mantuviese su dinámica de investigación, conservación y difusión patrimonial.

Contactando a diversos coleccionistas, comenzó a delinearse el acervo del hoy Museo Nacional de las Culturas del Mundo, en el cual se desempeñó como subdirectora durante 13 años, a la vez que estuvo a cargo de la Sala de la Cultura China, entre 1972 y 1976.

En las décadas de los 70 y 80, abordó estudios sobre la iconografía, las peregrinaciones y las romerías durante la época prehispánica. La producción académica de Beatriz Barba abarcó desde las culturas del mundo, hasta aspectos vinculados con las religiones y las prácticas esotéricas desde una perspectiva crítica

En ocasión del homenaje que se le rindió en 2019, el arqueólogo Eduardo Merlo hizo referencia a la palabra ahuatzin, que alude al segundo apellido de quien fuera su maestra, y con la cual se nombra a un pájaro pescador de las lagunas de Tlaxcala, donde, dijo, es común que la gente todavía diga: «ya vi volar a un ahuatzin«.

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