Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

Transparencia: Antídoto para la corrupción y la pobreza

Dice el exsecretario general de la ONU, Koffi Annan, que un gobierno transparente es uno de los pilares del desarrollo sustentable de cualquier país o región y estoy cierto que todos aquí coincidimos en dicha afirmación.
Personalmente, soy un convencido de que este tema es un área de oportunidad muy importante para nuestro estado. Es cierto que se han dado algunos avances pero es una verdad también que es mucho lo que falta por hacer:
La corrupción, la impunidad y la desigualdad son herencias sociopolíticas de otros tiempos pero es de reconocerse que ya en la democracia crecieron, se arraigaron y se reprodujeron, y tienen la capacidad de destruirla… Por fortuna el remedio es la transparencia.
Si bien la transparencia es un tema ya muy recurrente y aparentemente aceptado, de manera ingenua podríamos pensar que ante tal consenso no hay ningún problema en la implementación de sus políticas, el acceso a la información pública y la conducción honesta de las instituciones de gobierno. Pero no es necesariamente así: cuando políticos y políticas se reúnen para hablar de transformación –en este caso, de transparencia— hacen pensar a la ciudadanía lo contrario: que lo que quieren es preservar el statu quo y en parte tienen razón, no en vano somos, según Latinobarómetro, la democracia que genera mayor desconfianza en el continente.
Quienes se resisten e impiden que la trasparencia avance, que lo público se haga verdaderamente público, son quienes tienen intereses malsanos, ilegítimos e ilegales; son quienes se benefician del desvío de recursos, de moches grandes y pequeños, de diezmos y porcentajes insultantes en el toma y daca de la corrupción.
Son en suma los corruptos —los que desprestigian la política y la alejan cada vez más de los ciudadanos— quienes no quieren la transparencia más que en los discursos, pero no en la vida pública, no en el gobierno, no en los partidos políticos, no en los sindicatos ni en las cámaras legislativas. Hablan de transparencia desde la opacidad. Promueven la transparencia en los otros pero no en ellos. Usan a la transparencia como adjetivo de moda y no como un sustantivo de su vida pública.
Tenemos como país y como clase política una severa crisis de credibilidad, una creciente desconfianza de los ciudadanos, pues advierten, en todos los niveles, conductas que confirman que muchos políticos están más ocupados y preocupados en acrecentar su riqueza que en encontrar soluciones para el bien común.
La legitimidad que tenemos los políticos por los votos que respaldan nuestros cargos, ya no es suficiente. Hoy se requiere una nueva fuente de legitimidad que recupere en buena parte la confianza perdida y nos acerque más al ciudadano, esa nueva fuente de legitimidad es la transparencia. El dictamen que se votó en el Senado el pasado jueves representa un avance genuino e importante.
Si queremos que la sociedad vuelva a confiar en la democracia, en la política y en los políticos en México y en Chiapas, es urgente que asumamos la transparencia en primera persona.
No podemos esperar instituciones transparentes si éstas las conforman funcionarios, líderes y políticos opacos.
No se trata sólo de nuevas y mejores leyes, sino de una actitud y un compromiso personal incontrovertibles con la transparencia y contra los privilegios.
Para lograr esto, hace casi un año, durante la entrega de la medalla de honor Belisario Domínguez a nuestro querido Laco Zepeda, propuse que quienes participamos en la vida política del país, hagamos, sin ambigüedades, un compromiso y demos muestra plena de transparencia haciendo público nuestro #3de3: nuestra declaración patrimonial, de impuestos y de intereses.
Hoy, esa propuesta que ha tomado forma, y gracias a la misma ya pueden empezar a diferenciarse en el país a candidatos, gobernantes, legisladores, gabinetes y políticos entre quienes son transparentes y quienes no lo son.
Los principales problemas de los mexicanos y los chiapanecos son la pobreza y la corrupción, y la erradicación de ambos problemas debe darse a la par. La erradicación de la pobreza va de la mano del combate a la corrupción y éste a su vez tiene en la transparencia su mejor antídoto.
La transparencia, hay que decirlo con todas sus letras, empieza en cada uno de nosotros.
Sin transparencia, lo reitero, no hay democracia, construir ambas es un camino largo al que el 15 de diciembre pasado le dijimos: ¡Empecemos YA! y vamos por ese camino, pues YA Empezamos.

El autor es Senador de la República por Chiapas

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *