Chiapas desde el Senado / Zoe Robledo

El renacimiento nos visita

Dicen por ahí, que el maestro Vicente Lombardo Toledano, considerado uno de los Siete Sabios de México, solía eludir muy bien los bultos. Cuando había problemas en México, hablaba de los griegos; cuando algún gobernador mexicano estaba en dificultades, hablaba de los césares y cuando había problemas en Grecia, escribía sobre…los mayas eternos. En este caso, no podemos escabullirnos, porque hay problemas en México, en América Latina y, por supuesto, en Grecia.
Sin olvidarnos de lo que pasa en los escenarios ya mencionados, la Grecia de esta semana incluida, podemos hacer un paréntesis y referirnos, a grandes rasgos, a algunos elementos del Renacimiento, aprovechando la oportunidad que nos brinda la exposición de una parte de la obra de Miguel Ángel Buonarroti y de Leonardo Da Vinci, en la Ciudad de México. Ciertamente y por fortuna, hoy en día es relativamente fácil ver la obra de los grandes creadores tanto en internet como en los documentales que, otra vez por fortuna, cada día son más abundantes y de más fácil acceso. Sin embargo, ver de cerca una obra como la de Miguel Ángel y de Leonardo genera sensaciones difíciles de describir. Cuando alguien se acerca a estas expresiones maestras del arte, percibe la presencia del genio humano y hoy tenemos una oportunidad, en la capital del país, para percibir la grandeza humana.
En la obra de Miguel Ángel y de Leonardo se sintetiza el Renacimiento. Ese fue el gran tiempo del genio humano, en el que se examinan y se articulan las luces de la cultura greco-latina a los días de entonces en Europa. En la pintura, Bottichelli actualiza a Giotto, al dotar a la pintura religiosa de rasgos humanos. Las figuras religiosas retoman las propuestas de los griegos y romanos en el sentido de «humanizar» a las deidades, con todas sus implicaciones filosóficas.
La humanización de los paradigmas religiosos no es casual: se trata, en lo básico, de poner a los seres humanos en el centro del universo del hombre. El hombre y la mujer, a diferencia de la Edad Media, no solamente son el espacio para depositar el alma, sino que tiene un pensamiento propio y, además, un cuerpo que puede ser perfectible y bello. Del desnudo pecaminoso, el Renacimiento hace pasar al cuerpo humano por el desnudo del arte. Incluso, la salvación de las almas se puede alcanzar por la vía de buscar la perfección del cuerpo que, finalmente, es —o debe aspirar a ser—un reflejo de la perfección divina.
El cuerpo humano puede ser bello y, en ese orden, perfectible. Al colocarse a los hombres y a las mujeres en el centro del universo conocido, se recuperan dos elementos de la cultura greco-latina, la belleza física y la búsqueda para perfeccionar el conocimiento. Leonardo y Miguel Ángel pintan o esculpen figuras, de hombres y madonas con gran belleza; en tanto que Rafael Sanzio configura una estética de los trazos suaves, en donde la perfección divina se muestre por sí misma, sin necesidad de los colores fuertes.
Leonardo imagina y pinta un mejor escenario para los seres humanos. Busca comprender la anatomía de los cuerpos y la psique, o sea lo invisible: el alma. Es un intento, casi siempre oculto, de volver científico el entendimiento de las almas. En otro orden, si los ángeles vuelan, también podrán hacerlo los hombres y Leonardo construye algunas teorías para volar. Para ello, no es necesario diseccionar un ángel, sino simplemente reflexionar sobre la anatomía del vuelo de las aves. Las alas de Icaro son fantasmales, no así las aspas de un helicóptero posible.
El renacimiento permite asomarse al cuerpo humano y a la naturaleza. Kepler y Galileo promueven la idea (renacentista por excelencia) de que la tierra no es el centro del universo, sino que este es un pequeño universo y el sol es su eje básico. Revive también, la propuesta herética de Giordano Bruno, en el sentido de que si Dios es tan grande, el universo no puede ser tan pequeño como el sistema solar. Detrás del sol hay muchos más soles y más mundos. La tierra se mueve y es redonda: de ser así, se le puede dar vuelta y llegar al mismo lugar. Ha llegado la hora de los grandes descubrimientos geográficos.
La cultura avanza. El Siglo de Oro es renacentista y don Quijote es un cuestionamiento en prosa de los antiguos dogmas. Don Quijote a pesar de su locura —o debido a ello— intenta respuestas heréticas, en tanto que Sancho Panza hace preguntas festivas sobre temas trascendentes. En Dante, la literatura es precedida por la fe y La Divina Comedia es una pedagogía para la salvación. En Don Quijote, impera la locura y ese ingrediente nos muestra la complejidad del ser humano más allá de las aventuras del diletante. Sancho Panza nos invita a reflexionar sobre la verdad del pensamiento cartesiano.; pero, sobre todo, que toda la vida es filosofía: una afirmación renacentista por excelencia.
La exposición en México de algunas grandes muestras pictóricas de Miguel Ángel y de Leonardo es un magnífico pretexto para reflexionar en torno al Renacimiento italiano, que es el inicio del Renacimiento en todo el mundo occidental. En resumen: en el Renacimiento, el homo sapiens se puso las pilas.

Exposiciones:
Leonardo Da Vinci y la Idea de la belleza
Miguel Ángel Bounarroti. Un artista entre dos mundos
Museo del Palacio de Bellas Artes
Del d26 de junio al 27 de septiembre de 2015

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