Contra la violencia  / Eduardo Torres Alonso

Hace pocos días, el 19 de noviembre, se conmemoró el Día Internacional del Hombre (de los Hombres), que persigue la reflexión tanto personal como compartida sobre las pautas de comportamiento que tiene este sector de la población, las formas en que se educa a los varones y las expectativas que la sociedad les otorga, así como los estereotipos que se asumen inconscientemente y que cuesta mucho deshacer.

Se ha avanzado, en efecto, en mostrar la existencia de un tipo de masculinidad, denominada hegemónica, que se caracteriza por hacer que los hombres asuman una identidad que se piensa, falsamente, superior a otras (de forma señalada, la de las mujeres y lo femenino), y que destaca el poder, la fuerza y estatus. Es la forma “verdadera” de ser un hombre.

Este tipo de masculinidad ha sido responsable de que la violencia ejercida por los hombres sea un problema público. La violencia de género es un tema que preocupa ya que es expresión del tipo de relaciones que se establecen en la sociedad y de las condiciones de desigualdad que hay entre sus integrantes.

El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Su objetivo es claro: alzar la voz para frenar los actos que atentas contra ellas. La Organización de las Naciones Unidas estima que 736 millones de mujeres –casi un tercio de la población mundial de féminas– han sido víctimas de violencia física y / o sexual al menos una vez en su vida. Los datos en México que provee la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares de 2021 levantada por el INEGI son alarmantes: 7 de cada 10 mujeres de 15 años y más, han experimentado, al menos, un incidente de violencia.

Las cifras son escalofriantes, pero se enchina más la piel cuando se escuchan cosas como: “Se lo buscó”, “Tienes que aguantarte”, “Pero al menos tienes marido” o expresiones similares que normalizan el ultraje.

Retomemos la definición de violencia contra la mujer para no dar a pie a equivocaciones. Es “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.” Esta definición es la que aparece en la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993. Es muy clara.

¿Qué padre aceptará que su hija sea golpeada por su esposo o novio? Asumo que ninguno. Entonces, ¿por qué él sí puede agredir a “su mujer”? Es una situación paradójica. Ocurre, lamentablemente.

Existe un modelo patriarcal de socialización, enseñanza e intercambio que dice quiénes tienen el poder (lo tienen, hay que decirlo, porque lo han arrebatado). Se ha ido fracturando, pero falta hacer más.

#NoHayExcusa dice el esolgan del Día Internacional de este año. No hay argumento que justifique que alguien violente a una persona.

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