Cotidianidades… / Luis Antonio Rincn Garcia

Ahora que vino el Papa a visitarnos a Chiapas, resulta casi imposible no hablar de él. No sólo lo vemos a cada rato en la tele, sino que las charlas cotidianas están salpicadas por comentario a favor o en contra de su gestión como líder de la iglesia católica, del modo en que estamos desatendiendo los asuntos verdaderamente importantes (el dolar, el precio del petróleo, la violencia, la anomia) y también por los gastos que se generaron con su visita.
Además, fiel a su estilo, el gobierno del estado se dedicó a armar una bienvenida estilo Televisa, con canciones entonadas por personas que no representan a los chiapanecos ni son parte de nuestra historia, y con actos protocolarios vacíos de contenido pero llenos de fotos que —cual adolescente facebookero— pretenden mostrar imágenes que no coinciden con la realidad.
Esto, por supuesto, generó enojos y preguntas punzantes en la población, ¿por qué de nuevo se gasta tanto en publicidad, carteles y lonas, cuando hay tantas necesidades entre la población? ¿Cómo es posible que quien gobierna le dé tanta atención a este tema, mientras el estado se llena de problemas que no quiere (o puede) resolver? ¿Por qué debemos pagar entre todos una visita que sería utilizada para tratar de remontar la proyección política del gobernador y ensalzar las pocas cualidades artísticas de su esposa?
Parece que el señor Jorge Mario Bergoglio se hizo las mismas preguntas mucho antes de llegar, y desde los primeros momentos dejó en claro que él, en su calidad de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, no pensaba entrarle al juego de quienes se asumieron como sus principales anfitriones, y que si vino fue para acercarse a los fieles y emitir su palabra, no para servir de trampolín de nadie.
Días antes y hasta pocos minutos antes de que el Papa recorriera San Cristóbal de Las Casas y Tuxtla Gutiérrez, las autoridades se encargaron de maquillar lo mejor posible estas dos ciudades: escondieron a los mendigos, quitaron mantas y lonas de protesta, borraron letreros y golpearon a quienes quisieron aprovechar el momento para dar a conocer sus problemas.
Quizá yo sobrestime a las personas, pero en este caso tengo la convicción de que el Papa fue informado de todo esto, no llegó a ciegas, es más, estirando la liga de mi credulidad (sean indulgentes, a veces peco de ingenuo), me queda la impresión de que además sabía cómo algunas de estas personas llegaron al poder y de qué modo lo están ejerciendo, de ahí que si bien fue amable con las autoridades que le dieron la bienvenida, de ninguna manera se portó complaciente con ellos, y con sus gestos dejó en claro que él tiene una estatura intelectual y política que está muy por encima de una visión de mundo que más tiene que ver con la farándula que con el ejercicio del poder y el compromiso con el pueblo al cual dicen gobernar.
Por lo que he leído y escuchado, varias personas esperaban de nuestro distinguido visitante un discurso más retador y que abordara los temas a partir de nuestras propias convicciones. No pocos, además, decían que con tanto que se gastó para su llegada, debía al menos generar un cambio.
Considero que esas expectativas desbordan las posibilidades de cualquier ser humano. Si manejara un discurso más incisivo ante los actuales dueños del poder —que lo ha hecho, pero con oraciones elegantes—, de inmediato sería denostado por inmiscuirse en asuntos de política interna, y siendo francos, ¿qué tiene él que meterse con estos personajes que nosotros como pueblo hemos puesto o tolerado en el pretil desde donde gobiernan? ¿Cómo va a cambiar él en unos pocos días lo que nosotros, que somos millones, no hemos logrado en años? ¿Por qué, además, debe él decir lo que nosotros queremos, como si no tuviera su propio juicio o como si debiera agradar a todo el mundo?
¿Significa lo anterior que estoy de acuerdo con todo lo que dice? De ninguna manera. No coincido con conceptos que tiene sobre la mujer y el matrimonio, y creo que sigue siendo tibio respecto a asuntos relacionados con la pederastia. Pero respeto su lucha en contra de la corrupción y coincido con varias lecturas que hace respecto al medio ambiente, a la convivencia y a la necesidad de abatir la injusticia y la impunidad, esto si queremos vivir con cierta paz y dejar de temer por la violencia que nos circunda.
Sí vi que abrazaba a quienes él consideró tienen mayores aflicciones y penurias, aplaudí cómo se acercó a los artistas que con pasión han cultivado su arte durante años y, claro, bendijo sonriente a aquellos que más respetan las leyes de la institución que él representa. Pero también vi cómo aquellos que fueron señalados por buscar el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, sin darse por aludidos utilizaron su poder territorial para acercarse a pedir la foto y la bendición, sin darse cuenta que lo único que lograban era mostrar ante el mundo su verdadero tamaño. Hasta la próxima.

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