En 1960 la NASA obstaculiz el camino de 13 mujeres astronautas: «Las Mercury 13»

Los prejuicios y los estereotipos de género que se arrastran desde hace mucho tiempo continúan manteniendo a las niñas y mujeres alejadas de los sectores relacionados con la ciencia

Berenice Chavarria Tenorio / Cimac Noticias 

A inicios de 1960, 13 aviadoras intentaron alcanzar nuevas alturas para las mujeres a través del proyecto secreto Mercury 13; sin embargo, el machismo de la época se dedicó a obstruir sus caminos para llegar al espacio, un lugar cuya pertenencia también fue asignada a los hombres.

El encargado de diseñar este proyecto fue el jefe del Comité Espacial de Bioastronáutica de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), William Randolph Lovelace II.

Lovelace aplicó pruebas a la aviadora Geraldyn «Jerrie» Cobb que normalmente se realizaban solo a hombres astronautas. El resultado fue tan asombroso que el científico decidió convocar a otras mujeres para hacer los mismos exámenes y que, de esta manera, llegaran al espacio a través de las misiones para pisar la luna por primera vez.

Las mujeres permanecieron en tanques de aislamiento por horas, hicieron pruebas de resistencia tanto físicas como psicológicas y demostraron su capacidad para volar: tenían la fuerza y las habilidades requeridas para viajar al espacio, en muchos casos incluso más que los hombres.

Las integrantes del Mercury 13 estaban por acudir a su último examen; sin embargo, la iniciativa llegó a los oídos de la NASA, desde donde se negó rotundamente la oportunidad para que las pruebas continuaran, pues «¿quién querría a una mujer astronauta?».

Fotografía: Pixabay

El hecho indignó a las 13 mujeres que anhelaban formar parte del equipo que llegaría a la luna. Así, llevaron el caso ante el Senado de Estados Unidos, donde más de un hombre verbalizó su machismo arraigado y afirmó que las mujeres no podían ir al espacio.

«Los hombres van a la guerra y vuelan aviones, que la mujer no esté en este campo es algo del orden social», aseguró el astronauta John Glenn –tal como se recuerda en el documental Mercury 13 (2018), dirigido por Heather Walsh y David Sington–.

El proyecto se dio por terminado, lo que cerró la posibilidad de que las mujeres alcanzaran las estrellas por primera vez. No obstante, gracias a su lucha emprendida, las aviadoras abrieron puertas para sus predecesoras.

Años más tarde, en 1995, Eileen Marie Collins se convirtió en la primera mujer en comandar un transbordador espacial. El día del despegue, algunas de las mujeres que formaron parte de Mercury 13 acudieron al lugar en primera fila, donde con lágrimas en los ojos reconocieron que «su misión no había sido en vano».

«Si no fuera por las «Mercury 13«, yo no estaría aquí hoy», expresó Eileen Collins.

Desigualdad en el siglo XXI

Pese a que han pasado años desde el proyecto Mercury 13 y también se han visto rayos de luz sobre la participación de mujeres en la ciencia, la discriminación contra ellas aún es uno de los principales problemas en el área.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU): «Los prejuicios y los estereotipos de género que se arrastran desde hace mucho tiempo continúan manteniendo a las niñas y mujeres alejadas de los sectores relacionados con la ciencia«.

Información de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) indica que menos del 30 por ciento de las y los investigadores del mundo en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas son mujeres.

Además, aquellas que están activamente en el sector tienen trabajos mal pagados y no se les permite crecer alcanzar espacios de poder.

Al hablar del caso específico de América Latina, la UNESCO estima que el 45 por ciento del personal de investigación son mujeres, aun cuando numerosas organizaciones y redes de científicas han puesto en marcha planes para erradicar las desigualdades de género.

Fotografía: Pixabay

Ante este panorama, la ex directora de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, señaló como urgente la creación de una estrategia dedicada «no solo a aumentar la representación de las mujeres en la cartera de talentos para trabajos en ciencia y tecnología, sino también a asegurarnos de que ellas prosperen, incentivándolas a permanecer en estos trabajos bien remunerados y diseñando culturas organizativas en las instituciones que permitan a las mujeres avanzar en estos campos».

Con estrategias adecuadas, se podrá impulsar a niñas y adolescentes a que tomen espacios en áreas tradicionalmente dadas a los hombres. De esta manera, no pasará mucho tiempo para que en todos los planetas posibles «se dé un pequeño paso para la mujer, pero un gran paso para su género».

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