Desde que comenzaron las hostilidades israelíes en Gaza como respuesta a los ataques perpetrados por Hamás el 7 de octubre, han sido asesinadas casi 30 mil personas de las que un 70% son mujeres, niñas y niños. En su cruzada para eliminar al grupo yihadista, la ofensiva militar busca de forma simultánea eliminar toda la infraestructura civil (viviendas, hospitales escuelas, carreteras) y dejar profundas huellas en la mente de las y los gazatíes, especialmente en las infancias que viven el peor de los tormentos.
Unicef, la agencia de Naciones Unidas para la Infancia estima que la mitad de la población palestina desplazada por la guerra son niñas y niños que padecen condiciones inadmisibles de desnutrición y falta de acceso a alimentos básicos como leche infantil que es prácticamente inexistente. El conflicto ha dañado sus hogares y ha destrozado familias enteras. En este mes han ingresado 98 camiones por día de ayuda humanitaria a la Franja, muy por debajo del objetivo de 500 por día.
Hace unos días se dio a conocer el informe La vulnerabilidad de la nutrición y análisis de la situación en Gaza, que señala que debido ala escasez de agua salubre y alimentos están proliferando las enfermedades, lo cual entraña riesgos para la nutrición y la inmunidad de las mujeres y sus hijos. El 90% de los niños y niñas menores de dos años y el 95% de las mujeres embarazadas y lactantes sufren pobreza alimentaria grave, lo que significa que el valor nutricional de los alimentos que consumen es extremadamente bajo.
Según este análisis, el hecho de que la situación alimentaria de esa población se haya deteriorado de tal manera en cuatro meses no tiene precedentes a nivel mundial. Un funcionario de Unicef que participó en la elaboración del informe advierte: “Gaza está a punto de asistir a una explosión de muertes infantiles prevenibles. Si el conflicto no termina de inmediato, la situación de la infancia seguirá deteriorándose y las consecuencias podrán durar generaciones”.
El mundo mira impotente esta catástrofe. Desde distintas latitudes se han sucedido infinidad de llamados a parar la agresión israelí sin que hayan tenido éxito. Es una guerra donde no combaten soldados de un bando contra otro sino soldados contra población civil en abierta flagrancia al Derecho internacional. Y casi hay que implorar a Israel para que autorice el ingreso de un mínimo de ayuda a una población exhausta, humillada y avasallada en contravención al derecho humanitario internacional.
Mientras 130 rehenes continúan en la Franja, las negociaciones para un alto al fuego temporal parecen arrojar luz en los siguientes días. Benjamín Netanyahu está sometido a una intensa presión de los sectores más ultras que exigen ampliar los asentamientos de colonos en los territorios ocupados, así como de familiares de los rehenes; sin embargo, la deshumanización ha permeado.
Mientras tanto una auténtica pesadilla se vive en Rafah. Debido a la cruenta ofensiva aérea y terrestre, 1.5 millones de gazatíes han sido arrinconados al sur de su territorio instalados en casas de campaña y albergues desbordados que carecen de agua, alimentos, combustible y medicinas.
Israel será su verdugo: miles de ellos morirán o por sus ataques o por hambre debido a su negativa a que fluya la ayuda humanitaria en medio de la desesperación colectiva. Si nos quedamos calladas y callados, cada silencio será cómplice.