Ulises Soto Ruiz y el arte de transformar historias cotidianas en magia

Este es un pequeño viaje a través de la trayectoria y formación del dramaturgo que fue reconocido con el Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia 2021

Lucero Natarén / Aquínoticias

Ulises Soto Ruiz es un dramaturgo de origen tuxtleco, un visionario que es capaz de encontrar magia en la cotidianidad. El trabajo de toda su vida lo ha preparado para obtener recientemente el reconocimiento nacional a través del Premio Manuel Herrera de Dramaturgia 2021, mismo que, a palabras del artista, es la primera vez que se le otorga a un exponente originario del sur.

«Hay una tendencia a la sobrevaloración de lo que viene desde el centro, sin embargo, el sur siempre es relegado o infravalorado, tanto así que es la primera vez que se otorga el premio a una persona del sur. Siempre se había quedado en el centro y al norte del país«, refiere.

Este reconocimiento considera es la posibilidad de visibilizar al sur, «que nosotras y nosotros somos competentes. Tenemos nuestros discursos, nuestra forma de ver, de vivir, de existir, de escribir y plasmar. No necesitamos vivir allá, codearnos con la gente acreditada para que nos validen».

«La Muestra Nacional de Teatro no ha sido una muestra representativa de la nación. Los veinte grupos del centro y 12 del resto del país. Perdiéndose de tantos discursos e historias«, lamenta y critica.

Aunque hoy en día goza de reconocimiento, un largo camino fue recorrido. Cuenta que vivió su infancia en la colonia Plan de Ayala, en Tuxtla Gutiérrez. Desde muy pequeño encontró la que ha sido como su segunda casa desde entonces y en la cual aún labora, la asociación llamada Vientos Culturales. A corta edad llegaba a este sitio a tomar talleres de arte y manualidades hasta que ya fue demasiado mayor para seguir siendo un pupilo. De hecho, cuando no se le pudo enseñar más se le dio la oportunidad de ser un mentor para otros niños.

Al concluir la universidad, continuó brindando talleres hasta que un día llegó a su alcance la oportunidad de trabajar en un programa de televisión con títeres denominado Vive la Pelota. Debido a sus dotes manuales fue asignado para crear utilería y escenarios, pero pronto ascendería a ser parte de los titiriteros que daban vida a las marionetas, luego prestó su voz, pero su trabajo no quedaría ahí. Al ver los guiones notó que estos eran perfectibles y esa fue su siguiente labor, escribir los guiones para el programa.

Para perfeccionar este arte tomó un diplomado en la Universidad Nacional Autónoma de México sobre todo lo referente a la redacción de historias que alguien más iba a interpretar, posteriormente estudió otro diplomado sobre escritura para teatro dirigido a niñas, niños y adolescentes. Siguió escribiendo para agrupaciones, entre las que se incluye Cocuyo Teatro y Paren Oreja Producciones, en las cuales actualmente continúa colaborando.

Aunque pareciera que este amor por la dramaturgia surgió por el destino, él no lo considera así, sino de la necesidad. «La necesidad de descubrir en qué era bueno».  Pese a su apreciación, la vida pareció siempre darle señales, pues cuenta que a pesar de haber terminado una carrera en Economía y Administración, siempre le llegaron ofertas laborales que tenían que ver con el arte, la cultura y la escena.

Incluso, narra, una vez al aplicar para trabajar en una compañía aérea, surgió una plaza como coordinador de arte en el Tecnológico de Monterrey. «Aunque menor la paga, sentí que eso (el puesto en la aerolínea) no era para mí y me decidí por ser coordinador».

Si bien hoy destaca sus comienzos fueron un poco vergonzosos, asegura, pues su primer participación en televisión nacional fue con un personaje llamado el Chancho Achigual, donde era caracterizado como un cerdo y usando una botarga, pero con el tiempo llegó a ser algo significativo para él, pues se convirtió en el parteaguas para su carrera como actor.

En lo que respecta al teatro de títeres considera que es un arte vigente, pues continúa siendo un vehículo de pensamiento que permite la entrada en públicos complejos, sea niñas, niños, personas adultas mayores o de comunidades indígenas. «El teatro de títeres es un sobreviviente de las guerras, pandemias, la TV, streaming, internet, incluso al tiempo; tiene su ancestro en las máscaras griegas», relata.

Por otro lado, tras haber ganado el Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia, espera poner en escena a corto plazo la obra que lo hizo merecedor de la presea en este certamen. Además a largo plazo, quiere seguir viviendo del arte, plasmando los temas que le apasionan: «la conexión entre lo extracotidiano y lo mundano, la permisividad de la magia, encontrar formas mágicas de reconocer nuestra cotidianidad o encontrar formas cotidianas de ver la magia».

La trayectoria de Ulises Soto Ruiz le ha permitido adquirir experiencia y también sabiduría, un poco de la cual él comparte, como su interpretación de la mal vista flojera: «la flojera, pese a que se relega a un sitio oscuro, considerándola algo negativo, es inspiradora, pues a partir de la creatividad, usando estrategias, se pueda lograr realizar el mayor trabajo en el menor tiempo posible». Así mismo da un mensaje a todo aquel que no tenga miedo al fracaso: «Dense permisos, permitirse el fallo, permitirse fracasar, permitirse jugar».

Para todo aquel que desee presenciar el trabajo del dramaturgo Ulises Soto debe saber que este se presentará en San Cristóbal de Las Casas con una obra para todos los públicos llamada Tres días para volar en el museo Na Bolom y en Comitán, obra de la cual aún se publicará cartelera. Por supuesto, también se estará presentando en los primeros fines de semana de septiembre en la obra Cascajos en Coita, Berriozábal, San Cristóbal, El Palmar, municipio de Chiapa de Corzo y en la cabecera de este mismo sitio.

Cabe destacar que actualmente Soto Ruiz participa como dramaturgo, actor y elaborador de proyectos junto a otros compañeros en el proyecto Cocuyo Teatro y está tomando un doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de la Plata, en Argentina.

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