Analisis a Fondo / Francisco Gmez Maza

Nada bueno qué contar

• Las planas de los periódicos, plagadas de maldad
• Y ante ello, se impone la simulación de los políticos

En México se ha entronizado la nota roja. No hay mucho bueno que contar, aunque los estrategas de Peña Nieto se esmeren por producir costosos videos que la televisión cobra con crecer para reproducirlos en sus canales. Las cosas «buenas» son una obligación que tienen que cumplir las autoridades; para ello se les paga y se les paga bien, y muy bien, más el «guardadito» que ellas hacen cuando no los ve nadie.
Este jueves, por ejemplo, y así son todos los días de la semana. Las primeras planas de los periódicos impresos están plagada de noticias y las noticias siempre son de asuntos negativos, de crimen, de criminales, de capos, de corrupción, de lo más negro de este México profundo, que muy bien dibujó Guillermo Bonfil Batalla, en las buenas épocas de políticos que sí sabían que lo que se cuenta no es lo bueno, porque lo bueno está ya pagado, sino lo que los periodistas tienen que hacer, ese es su trabajo, para eso les pagan es destapar las cloacas de la corrupción, los estercoleros en dónde la clase política defeca lo más fétido del poder político, porque si hay narcotráfico es porque los políticos lo permitieron, se complicaron con los comerciantes de lo ilícito, se hicieron socios de los capos, y ahora se quejan y mandan legiones, batallones, compañías de fuerzas de seguridad para simular que se está combatiendo la delincuencia organizada y a los negociantes de estupefacientes, que mandan su mercancía al mercado más grande de drogas que está pasando el río Bravo o el Paso del Norte.
Y de los que gobiernan sus estados ni qué decir. Donde meta el dedo brota pus, no sólo en Veracruz, en donde el indiciado tuvo que solicitar licencia al congreso local para «limpiar» su nombre. Pero meta el dedo en la piel de Chiapas, de Quintana Roo, de Oaxaca, de Puebla, de Baja California, de Chihuahua, de Coahuila, y brota pus porque el país está infectado de las peores enfermedades que genera la corrupción, un modus vivendi de la clase política del signo que sea.
Pero todo en México se simula. Es el país de la simulación. Nos hacemos de la vista gorda porque, como dijera el contra adagio de aquellos tiempos de José López Portillo, el autoproclamado «Último presidente de la Revolución», a quien la gente del pueblo le espetó: «La corrupción somos todos» y tiene mucha razón el tal dicho por aquello de que tanto peca el que mata la vaca como el que le jala la pata. Y los mexicanos le jalamos la pata a la vaca aunque los políticos se queden con la mejor parte que es la carnita de la vaca.
Qué país, amigos, un país que se da el lujo de burlarse de los políticos en las de moda «redes sociales» pero en la vida real no hace nada por cambiar a esos políticos. Los soporta, los tolera y hasta los quiere. Y se inclina a su paso. Me estoy acordando que esta mañana vi, no recuerdo si en Facebook o en Twitter, un meme en el que Peña Nieto está disfrazado de payasito bonito, con su nariz de pelota roja y sus cachetes bien pintados de rosita y con la banda tricolor cruzada al pecho. Carajo. Ya no se respetan los símbolos patrios. Pero los que le enseñaron a la gente a no respetarlos fueron los políticos. Ni el himno nacional, ni la bandera, significan nada en la actualidad para la clase política, y por tanto para los ciudadanos. El pragmatismo del negocio ilícito, sucio, se ha impuesto. El robo en despoblado. El dispendio. La compra de propiedades cuyo precio rebasa lo que ganan mensualmente los adquirientes. Ya no hay moral. Son totalmente inmorales, ante lo cual yo me declaro amoral porque no comulgo ni con lo bueno ni con lo malo porque lo que es bueno para unos puede ser malo para otros, lo que es delito en China, en donde ejecutan a los corruptos, no es tan malo en México donde los corruptos están en el poder y son los que deciden y son los dueños de la vida y la hacienda de los mexicanos. Por lo tanto la moral se diluye, la moral se vuelve inmoralidad y me quedo como un irredento amoral. No me gustan los abusos y costumbres de la clase política y de los periodistas a modo del poder, los que no son antisistémicos, los morales y de buenos modales, los que cuentan lo bonito de la política, que no es noticia sino propaganda.

Y nos veremos el lunes venidero. Feliz final de semana, amigos.

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