Tubo de ensayo / Rene Delios

Foto: Cuarto Oscuro

México, ¿trabajando en la zona de derrumbes?

Cuando China se abrió al libre mercado a la muerte de Mao Tse Tung, por todos los países comunistas y de tendencias socialistas y hasta populistas –o la combinación de ambas, aderezada con corrupción como en el caso de México- muchos fueron los que cuestionaron la medida y le auguraron desgracias varias.
Pero ese pueblo milenario si de algo sabe es de desgracias, y desde luego, aceptó que si bien esa llamada revolución cultural de Mao impidió la voracidad del modernismo que padecieron con Inglaterra en el siglo XIX con esa de la ruta del Té, ésta vez abrían la puerta pero con revisiones.
Hoy vemos en solo casi cinco décadas las grandes urbes, en esa nación, súper desarrolladas y planificadas como hay pocas en América Latina; impresionantes en tamaño e infraestructura, luego de las reformas en la década de los setenta.
Conozco a varios que han ido por esas tierras y lo mismo ven un Mac Donald que tiendas Adidas, como conoces a chinos que se niegan a todo lo gringo o inglés, incluyendo su música.
De ese tamaño.
China es hoy una nación al facto cero, es decir hasta la maquila es perfecta, exacta, o esa copia fiel de un original y que por acá llamamos «clonada».
Pero con todo y eso, más de 90 millones de chinos viven en condiciones de pobreza y poco más de 36 millones en condiciones de pobreza extrema, o sea que esa cantidad de personas en esa situación, supera por un par de docenas a los habitantes de nuestro país.
Como en nuestro país los chinos no encuentran la manera de resolver esa pobreza, y desde luego como en nuestro país se diseñan todo tipo de programas para resolver ese rezago social que para ellos es humillante y que en nuestro país es reflejo de la corrupción galopante que asfixia la cobertura de las políticas públicas.
Quise tomar ese ejemplo chino no solo porque estoy en una serie de documentales sobre esa nación, sino también porque pese a venir ya un régimen duro, acepta y describe sin rubor lo que pasa, secuela de un centralismo bárbaro presidido por Mao y en el caso mexicano algo parecido, pero presidido por el presidencialismo sexenal que era como una especie o de dictador o de emperador y temporal, lo que se conoció como «institucionalismo a ultranza».
Hoy no existe eso, pero aun la clase política dominante del partido que sea en el poder, acepta sus errores y cambia el rumbo de acuerdo a los requerimientos, entercados por no verse como imprecisos o equívocos aun eso le impacte a millones, como sucede con las políticas reumáticas de Peña.
En éste país cada sexenio se diseñan programas, se gastan recursos en el vacío, se saquean arcas y proyectos, se usa la infraestructura laboral o estructural con fines personales o partidistas –y más en los municipios- en un desgaste institucional que a la larga comprende años perdidos y puede que sexenios de presupuestos.
Porque no es posible que transcurran tres sexenios con el mismo problema o ¿trabajamos en la zona de derrumbes?
Porque edificamos y edificamos y no superamos la loma, esa misma en la que los mexicanos gritamos solos, porque ésta clase política no escucha.

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