Otras miradas sobre corrupción y género / Claudia Sheinbaum

Gracias a los datos de encuestas y sondeos, conocemos el grado de preocupación que despierta en la población el fenómeno de corrupción. Ante ello, el desafío de todo gobierno es impulsar iniciativas y agendas anticorrupción que se anticipen a las mutaciones que va adquiriendo esa conducta. En México 22% de las personas refiere que la corrupción es uno de los tres problemas que más le preocupan después de la seguridad y la economía.

La legislación sobre acceso a la información pública y rendición de cuentas cumplió apenas dos décadas, pero ha sido vital para levantar muros que inhiban la corrupción, con base en una cultura ciudadana que demanda conocer cómo funcionan las instituciones y de qué forma ejercen el gasto público. Sin embargo, el compromiso contra la corrupción no acaba ahí; como todo fenómeno social tiene mucho que investigarse en cómo afecta de manera diferenciada a la población.

En el marco del Día Internacional contra la Corrupción establecido desde 2003 por la Asamblea de Naciones Unidas se reiteran las cifras y datos sobre el daño económico que genera a los países, su cuantificación en términos del PIB y la percepción social que existe sobre su ejercicio. Sabemos la magnitud económica de la corrupción, pero se requiere profundizar en su dimensión social con lentes morados.

La corrupción es una de las manifestaciones de la desigualdad, especialmente por la forma en que discrimina y perjudica de manera diferenciada a mujeres y hombres. Se intensifica con aquellas personas que se encuentran con mayor desventaja socioeconómica y con menor capacidad de exigir sus derechos. La desigualdad económica tiene un papel determinante. La ausencia de oportunidades que tienen miles de mujeres en el entorno educativo, de salud, político y laboral, perpetúa su exclusión y las condiciones estructurales en las que viven.

Tomando en cuenta esos elementos, un grupo de servidoras públicas, académicas, empresarias y especialistas en temas de género, transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, nos propusimos explorar y problematizar el impacto e implicaciones que este fenómeno tiene en las mujeres tanto en su dinámica familiar, comunitaria y como sujetas de derechos.

El resultado ha sido excepcional: hace unos días se publicó y presentamos en la FIL Guadalajara el libro Mujeres y Anticorrupción. ¿Cómo nos afecta la corrupción y qué hacemos para contrarrestarla?, una obra que visibiliza las múltiples formas en que la corrupción afecta de manera diferenciada a las mujeres, poniendo especial atención a desigualdades y brechas de género bajo una mirada interseccional, crítica y diversa.

Se trata de un texto pionero en México que explora las relaciones entre género y corrupción, así como la doble dimensión de las mujeres, como víctimas y como agentes anticorrupción. Los ensayos parten de un análisis serio y riguroso para generar propuestas que ayuden a comprender la simbiosis corrupción y género desde el derecho penal, la labor de los entes públicos, propuestas para tipificar el cohecho sexual y la extorsión, la desigualdad económica como factor que alienta las prácticas corruptoras o la necesidad de concebir y adoptar una ética feminista y principios de integridad.

Estoy muy orgullosa de haber dado luz a este texto, aspiro a que signifique cambios legales, sociales y administrativos que combatan la corrupción y las desigualdades también.

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