Para abatir la brecha tecnolgica / Claudia Corichi

Impresiona la velocidad con la que la tecnología ha cambiado nuestras vidas y insertándose en las actividades cotidianas. Los avances en telecomunicación han sido fundamentales para continuar con las labores diarias a lo largo de esta pandemia, y claro, esto ha dejado efectos visibles y fluctuaciones en los mercados. Plataformas de entretenimiento, educación y comunicación han multiplicado sus operaciones, alcance y recursos en todo el mundo, Netflix, TikTok, Amazon y Zoom, por ejemplo.

En México, de acuerdo con datos del censo 2020 de INEGI, en los últimos 10 años la disponibilidad de teléfonos móviles en las viviendas incrementó de manera importante, de 65.1 a 87.5% y según la ENDUTIH 2019, 9 de cada 10 son celulares inteligentes. Al mismo tiempo las líneas telefónicas fijas descendieron de 43.2 a 37.5%, algo que resulta lógico.

Las oficinas sin papel están a la vuelta de la esquina. El trabajo remoto puede ser más eficiente y rentable que asistir a una oficina. Reducir gastos en renta y publicidad ha sido importante para los negocios que venden por internet y redes sociales. Por supuesto, no todo es miel sobre hojuelas, trabajar desde casa requiere de un entrenamiento que no tuvimos, mucha disciplina, mejor comunicación y un replanteamiento del sistema de cuidados.

A la par, otros peligros se están gestando. La actividad criminal ha evolucionado y se ha adaptado a la red. En su caso más brutal, las cifras de pederastia y pornografía infantil se han incrementado en esta era COVID. El robo de datos bancarios y estafas relacionadas con la compra-venta de supuestos medicamentos, tanques de oxígeno e, incluso, vacunas son un gran reto para la policía cibernética que requiere herramientas efectivas para garantizar justicia.

Por otra parte, aunque los cambios son sustanciales en el país, las noticias del crecimiento tecnológico también reflejan problemas de desigualdad. El acceso a servicios de internet y computadoras ya es indispensable para estudiantes de todas las edades. Hace unos años, según el IFT, la brecha era de 27% menos uso de smartphones en zonas rurales respecto de las ciudades, y de 32% menos acceso a internet.

Iniciativas interesantes se gestan para abatir la brecha tecnológica, como la «canasta básica digital» de la CEPAL. Hoy, casi 90% de las personas están conectadas lo que representa grandes desafíos en la era digital como la regulación nacional y global. Urge considerar los riesgos para las libertades de las personas y para la democracia; promover normatividad con enfoque a derechos humanos que impulse la actividad ética en el ciberespacio, proteja la privacidad y la libre expresión, regule el comercio en esta vía e imponga penas al delito. Así de enrome es el reto.

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